Por: Javier Biardeau | Aporrea.org
El debate sobre el estado del arte del “Imaginario
Revolucionario Venezolano” durante la reforma constitucional del año 2007 y la
derrota política de la opción planteada por Chávez y los diputados
revolucionarios de la AN en aquel momento, dejó en claro desde entonces la
necesidad de una renovación radical de los marcos teórico-ideológicos,
políticos, ético-culturales e incluso epistemológicos del “Socialismo
Bolivariano del siglo XXI”. En este último aspecto, caben en la actualidad las
siguientes preguntas:
¿Cuál ha sido la producción teórica e intelectualmente
comprometida, como “filosofía de la praxis” de la revolución bolivariana?¿Cuál ha sido la conformación efectiva de estratos
intelectuales en las clases populares y subalternas, en sus fuerzas sociales y
movimientos sociales que planteando su identificación con el proceso
revolucionario, logren la unidad de pasiones y concepciones teóricas que
posibiliten el proceso de construcción y apropiación de herramientas
ideológicas y teóricas para la lucha en favor de la construcción socialista?
En palabras más convencionales: ¿Cuáles son los
destacamentos de vanguardia teórico-ideológica de la revolución bolivariana y
cuáles son sus referentes, guiones, discursos, narrativas y representaciones
ideológicas?
¿Acaso la ausencia de la voz orientadora y decisoria de la
dirección carismática de Chávez no pone sobre el tapete el “estado del arte” de
la cuestión ideológica y teórica en la dirección política y ético-cultural de
la revolución bolivariana?
Existen algunos síntomas e indicios que permiten referirse,
dados los debates, inquietudes y malestares que se están expresando
recientemente (diferencias y matices entre el “Programa de la Patria” de Chávez
y el “Plan de la Patria” del Gobierno de Maduro, la llamada “focalización
ideológica” del legado de Chávez, la distinciones entre derecha e izquierda,
entre reforma y revolución), que señalan que ante la ausente estructura de
dirección personificada por Chávez, se corre el riesgo de un mayor estado de
confusión, debilidad y dispersión teórico-ideológica (y ético-cultural) de la
revolución bolivariana. Como evidencia de lo anterior veamos algunas señales,
indicios, síntomas de la situación en una pequeña muestra intencional de corte
cualitativo:
“Ya en el año 2013, ante los desafíos y amenazas que
surgieron con la sentida desaparición física del Cmdt. Chávez, propusimos unas
tareas investigativas y formativas dirigidas a reivindicar su legado y rendir
tributo a su memoria (CARTA ABIERTA A LA DIRECCION NACIONAL DEL PSUV, AL GRAN
POLO PATRIOTICO, A LOS COLECTIVOS REVOLUCIONARIOS, AL PUEBLO CHAVISTA.7 de
Marzo de 2013) contextualizando dicha propuesta en los siguientes términos: “En
medio de la conmoción por la partida de un compañero-hermano – como dice Evo
Morales- me he motivado a hacerles llegar algunas ideas y propuestas que a mi
entender reivindican en las actuales circunstancias la memoria histórica del
Cmdt. Chávez, siendo el mejor homenaje que podemos rendirle: MANTENER Y
PROFUNDIZAR LA REVOLUCION. Es obvio que el legado que nos deja nuestro hermano,
en palabras y acciones, demandarán múltiples estudios, variadas
reconstrucciones teóricas e históricas, infinidades de publicaciones
documentales. Pero en estos momentos existen unas tareas político-ideológicas
pendientes, las cuales que demandan focalizar el esfuerzo en dos documentos
testimoniales donde están recogidas las líneas de acción para hacer
IRREVERSIBLE LA TRANSICION SOCIALISTA, PARA CONSOLIDAR UNA LINEA DE NO
RETORNO.” (Carlos Lanz. En: http://www.aporrea.org/ideologia/a179547.html)
“Cuando en la noche del 8 de diciembre de 2012 el Comandante
Chávez avisó que podría suceder una situación sobrevenida, muchos que no
querían creer tuvieron que tomar en cuenta la gravedad de la situación. El
Proceso Bolivariano empezaba a vivir su
mayor prueba en 14 años. “De la mano de lo no deseado entrabamos en un tiempo
de desafíos. Se probaría el
liderazgo señalado para la continuidad del proyecto. Se probaría
la fortaleza del proyecto mismo y sobre todo la disposición para avanzar al
ritmo del motor del Proceso: el Pueblo Bolivariano. Por eso este balance no es
uno más. Tiene características históricas. ¿Será posible avanzar en la
conquista de la definitiva Independencia? ¿Se podrá romper con las ataduras del
capitalismo dependiente y parasitario venezolano? ¿Se podrá avanzar hacia las
tareas pendientes de la Revolución Democrática Bolivariana, transformándola en
transición hacia el anticapitalismo y el socialismo? ¿Estarán a la altura de la
tarea los líderes del Proceso? O por el contrario ¿Se aplicarán hasta el final
las contrarreformas que exige la burguesía y a las que esos líderes se han
mostrado sensibles, a cambio de sostener un sistema político que no es el del
Proceso?” (MAREA SOCIALISTA. En: http://www.aporrea.org/tiburon/a179070.html)
“En 2014, entramos en la etapa del Cambio de Estructura que
nos obliga a la producción intelectual y la práctica concreta de profundizar el
Proceso Revolucionario. Momento que exige a los constructores (la izquierda
socialista) del nuevo sistema político temperancia, conciencia y humildad.
Punto decisivo para diferenciar lo que es reforma y lo que es revolución.
Coyuntura para sincerar posiciones políticas e ideológicas. Línea divisoria que
marca la realidad de los dos sistemas políticos encontrados: democracia
representativa (popularmente categorizada como la IV República) y la Revolución
Bolivariana (origen del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI). Estamos,
entonces, de frente a la historia y con la obligación de rendir cuentas al
pueblo y a nosotros mismos.” (William Izarra. En:
http://www.aporrea.org/actualidad/a179528.html)
“Hoy la Revolución está enfrentando su mayor crisis: tratar
de derrotar a la ideología que intenta llevarnos hacia la restauración. Lo hace
con finura, crea teoría para justificar el retorno. Dicen que no hay
condiciones, que hay una crisis, que es necesaria la alianza con los
capitalistas, que estos no son malos, que es suficiente acabar con la
especulación para que todos marchemos felices. Se abrazan con lo peor de la
oligarquía pero persiguen a los que critican esa entrega. Estamos presenciando
un espectáculo asombroso y grotesco: en cuestión de horas pasa la Revolución de
ir hacia el Socialismo a reptar hacia la restauración. Ahora la mesa de la
oligarquía no es mala, todo se le perdona, ahora la meta no es el Socialismo,
sino una difusa paz… El fondo de la situación es la debilidad teórica,
ideológica, de la Revolución. La derecha interna nos minó allí donde está el
origen de todo, en la teoría. Y ahora tenemos una Revolución minimizada,
agotada, estupefacta, que se traga cualquier bodrio, que cambia espejitos por
Socialismo.” (Toby Valderrama y Antonio Aponte. En:
http://www.aporrea.org/ideologia/a179676.html)
“No se trata de una inocente controversia académica, es la
pugna atormentada de un sistema justo, el Socialismo, que intenta superar el
periodo de la “prehistoria humana”, de la barbarie de los sistemas
explotadores. En la confrontación interna, el enemigo ideológico, el
capitalismo, no tiene escrúpulos, sus métodos no tienen los límites de la
preservación de la vida, del respeto al humano, de prefigurar el mundo de las
relaciones amorosas. ¡No! Al contrario, el viejo sistema usa las perversidades
acumuladas en milenios de atrocidades, no hay apego a la verdad. Todo lo
anterior viene a colación porque debemos tomar conciencia de la situación de la
Revolución Chavista: está sumergida en una profunda batalla ideológica: contra
la derecha externa que acecha en cada rincón y también, quizá en mayor grado, contra
la derecha interna que intenta desviarla, desfigurarla, entregarla inerme a la
restauración. Todo esto aprovechándose de nuestra ignorancia y debilidades
teóricas. Toda Revolución debe tener claro el objetivo que le da sentido
histórico, su meta más estratégica. Esta claridad determina su ubicación en el
mundo y sirve de brújula a todas sus acciones. El Comandante Chávez, en su
evolución, iba construyendo este objetivo, llegó hasta el Socialismo y lo fue
delineando poco a poco. Y es en el Plan de la Patria que nos deja su más
acabado pensamiento con el explícito mandato de continuar esa evolución, de
fortalecerlo dentro de sus grandes líneas.” (Toby Valderrama y Antonio Aponte.
En: http://www.aporrea.org/actualidad/a179562.html)
“Corría el primer año de este siglo y en Macuro, frente al
mar, bajo un almendrón bien llamado el congreso porque ahí todo se discutía,
algunos expresábamos nuestra impaciencia por la lentitud de las medidas de
Chávez y su tolerancia con los reaccionarios. Entonces, un viejo pescador, que
había servido bajo Gómez, dijo: "¿Saben cómo es la vaina? Chávez enganchó
un peje muy bravo, y lo tiene bien pegado...un peje bravo, bravísimo, tan bravo
que se comió a Bolívar que era un arrecho... Si Chávez se pone fuerza y fuerza,
el pescado lo tira al agua y se lo come. Tiene que trabajarlo, darle guaral,
aflojarle para que corra, y cuando crea que se va liso... volverlo a
prensar...cansarlo, así pase todo el día y la noche, hasta que lo traiga al
costado del bote y le meta gancho y tolete y ¡pabordo! Y digo día y noche, pero
pueden ser años de brega... Yo tengo fe que Chávez al final va a embarcar ese
pescado. Pero eso si ustedes antes no lo vuelven loco criticando y hablando
pendejadas..." (Eduardo Rothe. En: http://www.aporrea.org/ideologia/a179387.html)
“Finalmente, la lucha revolucionaria no es algo lineal que
indique que mediante unas recetas llegaremos finalmente al socialismo. Marx en
su carta a Joseph Weydemeyer en 1852 decía que los economistas burgueses ya
habían analizado la anatomía económica de la lucha de clases, y que el aporte
de la teoría socialista se dirigía a utilizar la lucha de clases para lograr el
poder político de la clase trabajadora, pero que este poder político no es más
que el tránsito hacia una sociedad socialista. Como vemos, la transición
requiere de conocimiento de la realidad política y económica para lograr llevar
a feliz término la construcción de la sociedad nueva, y esa transición lleva
aparejada una diatriba interna en el propio campo revolucionario para diseñar
el conjunto de medidas que faciliten la transición.” (Luicidio García. En:
http://www.aporrea.org/actualidad/a179490.html)
“El PSUV encierra una serie de limitaciones para el debate
de las diferencias, que produce como consecuencia el tener que colocar en la
palestra pública temas que están pendientes a lo interno para definir la
continuidad del proceso revolucionario. Es quizás momento propicio para
discutir sobre esta necesidad, no sólo en el PSUV, sino en el seno de todo el
chavismo, incluso más allá del mismo Gran Polo Patriótico. Sin embargo,
cuestionamientos personales que pretender poner en duda el compromiso o la
buena intención de las diatribas, muchas veces afecta negativamente la riqueza
que puede producir un proceso dialéctico de las visiones de mundo que existen
dentro del chavismo. Es por ello que reafirmo la recomendación que he formulado
reiteradamente en mi columna: debemos abrir el diálogo de manera más fraterna a
lo interno del chavismo, reconociendo las diferencias y partiendo de las
coincidencias. Si un verdadero diálogo se puede gestas, y un franco consenso se
puede producir es en el marco de la unidad chavista, sin menoscabo de las
necesarias diferencias que se detecten. Ha habido momentos donde las
diferencias se han preferido desechar y no confrontar sanamente, y aunque ello
ha dejado rédito electoral parece que el rédito político no ha sido suficiente.
Elevémonos ante nuestras debilidades y trascendamos las piedras del camino,
para juntos marchar en la lucha ante una batalla de muy largo aliento contra el
capitalismo.” (Nicmer Evans. En:
http://www.aporrea.org/actualidad/a180001.html)
Como es posible constatar, aquí hay una serie de
inquietudes, de coincidencias y diferencias, de matices y confrontaciones, de
expectativas, valores, narrativas ideológicas, de discursos e ideales; incluso,
de referencias directas o indirectas a Marx y al marxismo, a la revolución, al
cambio estructural y al manido y poco profundizado tema de la transición al
socialismo, incluso citando implícitamente lo siguiente:
“...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de
haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la
lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían
expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos
economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de
nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a
determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de
clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta
misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas
las clases y hacia una sociedad sin clases...” (Marx. En:
http://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m5-3-52.htm)
La respuesta a estas inquietudes, o a alguna de ellas, no
implica un tratamiento de baja calidad política y eficacia revolucionaria, sino
un tratamiento de altura, con comprensión significativa de lo que se está
planteando, con explicación de las condiciones y situaciones que permiten
ubicar los planteamientos, con altura teórico-ideológica y ético-cultural. De
manera, que a los argumentos y razones expuestos, hay que contraponerle razones
y argumentos si así fuere el caso. Sobremanera si se trata de la alta dirección
política de la revolución bolivariana. Y cuando se trata de acusaciones
desmesuradas sin fundamento consistente, sin respaldo suficiente, sin pruebas
determinantes, sin validez ni justificación, hay que poner el acento en la debilidad
de las proposiciones, en la falacia de los argumentos, en la carencia de
criterio ético-político en un cuadro real de modificación de relaciones de
fuerzas.
De manera, que uno de los errores de la alta dirección
política de la revolución es no asimilar la crítica ideológica (de propios y
extraños) para el aprendizaje político; mientras otro de los errores de la
crítica ideológica desde corrientes y tendencias de apoyo a la revolución es
lanzar sin medida alguna, epítetos, acusaciones y descalificaciones desde una
postura inquisitoria, ideológicamente centrada en el dogma, con
auto-referencias sectarias, que muestra poca disposición a asumir la
diversidad, las diferencias y los conflictos como condición de partida del
debate de ideas en el campo de la revolución bolivariana.
Un campo de izquierdas sin cultura de debate, sin rigor en
los argumentos, sin asunción de sus propios perfiles ideológicos como una
interpretación entre otras (sin asumir su posibilidad de errar) es la peor
condición de posibilidad para abordar con rigor y seriedad los complejos
problemas de la transición socialista. Y esta lamentable situación es síntoma
de otra quizás más grave: la “teoría revolucionaria”, el “programa
revolucionario”, el “proyecto histórico de transformación” que pretende
encarnar el mapa de orientación para la revolución bolivariana, experimenta una
grave crisis de consistencia y de legitimidad para abordar el concreto asunto
de la hegemonía ideológica y las luchas contra-hegemónicas en el período de
transición, pues el escaso desarrollo de su construcción teórico-ideológica fue
condicionado en gran medida por la presencia de una estructura de liderazgo
intelectual y moral basada casi exclusivamente en la centralidad del momento
del Líder: Hugo Chávez.
En ausencia de este “punto nodal de síntesis” de la
diversidad presente en el campo bolivariano en la unidad de mando y conducción
ideológica, con base a agenciar enunciaciones con capacidad de encadenar
cambios de situación, y no simplemente para repetir enunciados cuya eficacia se
asemeja a la rutina ideológica, entonces la posibilidad de articulación de
voluntad colectiva nacional-popular luce debilitada. La administración de un
carisma vía “rutinización” o “habituación”, no conduce a proseguir el curso de un
proceso revolucionario, sino a la gestión de la política en los términos del
“arte de lo posible”, conlleva entonces a acentuar mantenimientos y conservaciones cada vez más
precarios del poder instituido. Una revolución “sin liderazgo revolucionario”
puede quedar estabilizada en un punto ciego, en una encrucijada de definiciones
difusas, o pero aún, en la indefinición e indecisión sobre la dirección o rumbo
frente a una situación. La apelación al “legado ideológico de Chávez” no
garantiza la unidad ideológica si, se revuelve el hilo conductor del desarrollo
de su pensamiento y acción, si el punto de partida no es su punto de llegada
(acometer la fase de transición al socialismo), sino la confusión de una serie
de elementos ideológicos en una selección interesada, por circunstancias
sobrevenidas (como vaya viniendo vamos viendo), de permutaciones y
combinaciones de elementos ideológicos sin orden ni concierto.
Cuando Carlos Lanz
(http://www.aporrea.org/ideologia/a180009.html) plantea el tema de los usos y abusos
del legado de Chávez está abriendo el punto central del conflicto de
interpretaciones que recorre desde el 5 de marzo a la revolución bolivariana:
“(…) las ideas y la obra del Cmdt. Chávez van a ser leídas e
interpretadas de diversas maneras, en muchos casos, sin considerar
exhaustivamente el contexto, el momento o circunstancias históricas. Como le es
inherente a cualquier obra intelectual o pensamiento en desarrollo, no se va
encontrar en ningún autor ideas acabadas y elaboradas en línea recta, y por
esto sería una pretensión iluminista
exigirle al pensamiento del Cmdt. Chávez una clara definición socialista en
todo lugar y tiempo, cuando el mismo reconoció que se movió en el camino de la “tercera vía” en el
periodo previo al 2005, postura esta donde predominan concepciones inspiradas
en la justicia distributiva y de equidad sin poner en discusión las relaciones
de producción capitalista. En tal sentido, no debe sorprender el hecho existan o aparezcan posturas
ideológicas en el seno del “chavismo” que haciendo lecturas e interpretaciones
de tal o cual elaboración (textos, discursos) del Cmdt. Chávez antes del año
2005, releguen o subestimen su proceso de radicalización en la transición socialista. Por eso, también
hemos sostenido que este nudo problemático de “lecturas e interpretaciones” del
pensamiento chavista va a cobrar fuerza ahora cuando éste ya no está presente y
pueda aclarar tal o cual sesgo interpretativo. Por ello, debemos prepararnos
para un periodo signado por los “usos y abusos” de Chávez.”
De manera, que he propuesto concentrarse en el legado
revolucionario, socialista y radicalmente democrático de Chávez para abordar la
transición socialista, a menos que se pretenda reeditar un retorno solapado a
la “tercera vía”, a una social-democratización cada vez mas reformista, o a las
banderas del progresismo impotente para imaginar y pensar siquiera revoluciones
democráticas ininterrumpidas. Aquí me gustaría citar una referencia
recientemente leída (disculpándome de antemano con su autor por mi uso) en el
artículo de Reinaldo Iturriza (actual Ministro de Comunas y Movimientos
Sociales) titulado “Venezuela: Rosa Luxemburgo, cuando la palabra alumbra” del
texto: “Rosa Luxemburgo o el precio de la libertad” editado por Jörn
Schütrumpf. Iturriza señala que:
“¿Qué significa ganar la calle? No simplemente movilización
(que por supuesto es importante), sino participación cada vez mayor en los
asuntos públicos, profundización y multiplicación de los espacios de debate
democrático, apoyo a las iniciativas de autogobierno popular (sin tutelajes).
En lugar de esto, se fue afianzando un proceso de normalización del Chavismo,
de disciplinamiento de su carácter bravío, y lo que en otra parte he llamado,
la imposición del partido/maquinaria: uno que no moviliza, sino concentra; que
concibe a los movimientos como correas de transmisión de la línea del partido;
que reduce el ejercicio de la política a la administración burocrática; que
privilegia el sectarismo, el clientelismo, el asistencialismo; que sabotea
permanentemente la democracia interna, etc. La derrota de la propuesta de
reforma constitucional, y el retroceso relativo sufrido en las siguientes
contiendas electorales (salvo la victoria incuestionable para aprobar la
enmienda constitucional de 2009) son eventos que deben ser leídos a la luz de
aquel proceso de burocratización de la política.” (2011, pp. 141)
¿Qué ocurre entonces, si a aquel proceso de burocratización
de la política enlazada significativamente a la imposición del
partido/maquinaria, se le agrega la partida física de Chávez y el profundo
debilitamiento del momento del líder? De allí la importancia de retomar en el
indisoluble vínculo entre democracia y socialismo en el proceso de transición,
a riesgo de encallar, si no se asume con determinación indeclinable, en las
opciones del socialismo burocrático o su re-encuadre en el estalinismo más
ramplón; o por otra parte, en una pragmática del poder típica de reformismo de
gatopardo, para administrar de modo más o menos progresista a la lógica del
Capital. Podríamos suscribir punto por punto las siguientes palabras:
“Por último, y estrechamente ligado a los dos puntos
anteriores, está el tema decisivo de la relación entre socialismo y democracia,
pero también de la necesidad de concebir la revolución como un proceso que ante
todo, es invención, como diría Simón Rodríguez. Invención como orientación
tanto más fundamental en tanto que cargamos a cuestas con los errores de los
viejos socialismos burocratizados (no precisamente porque seamos “culpables”,
como reza la propaganda reaccionaria). Como no se trata de cargar con ese
pesado fardo infinitamente cual penitencia, y como lo deseamos porque no nos
reconocemos en esa herencia, lo que toca es descargarnos, liberarnos, saldar
cuentas con el pasado, mediante el respectivo balance de inventario, y probar
lo nuevo: “Territorio nuevo. Miles de problemas”. Bienvenidos sean, si nuestra
opción es el florecimiento de la vida popular”. (Ibíd., 2011, pp. 141)
Pero si de poder popular se trata, y sobremanera, enfrentar
todos los bloqueos que desde Marx están presentes en la transición socialista,
en una enumeración simplificada colocaremos en la mesa de debates algunos
errores del Estalinismo: ¿Dictadura del proletariado? ¿Dictadura del
partido-único? ¿Capitalismo de Estado? ¿Estatismo autoritario? ¿Liquidación de
la oposición obrera? ¿Militarización de los sindicatos? ¿Colectivización
Forzada? ¿Planificación Burocrática? ¿Monolitismo ideológico? ¿Centralismo
Burocrático? ¿Liquidación administrativa del uso informativo de las señales de
mercado? ¿Economía de escasez? ¿Moralina compulsiva? ¿”Trabajo voluntario”?
¿Reeducación de masas? ¿Ingeniería del alma y “Hombre Nuevo”? ¿Propaganda
difusionista? ¿Policía, “campos de trabajo” y espionaje de disidentes?
De manera, que reeditar una edulcorada forma de estalinismo
no es aceptable en nombre del “Inventamos o Erramos”. Como tampoco lo es la
pragmática del poder que pretende restaurar las claves de la gestión política
tan presentes en el llamado punto-fijismo cuarto-republicano: la representación
que niega la participación, el dedazo que sustituye la consulta pública, el
clientelismo que construye lealtades con base a redistribuciones patrimoniales,
la corrupción que engorda a nuevos cortesanos y testaferros, el reparto de la
renta entre una casta que conforma la alta burocracia del Estado o la llamada
“burguesía de estado”, la acumulación delictiva de capital bajo el reparto de
concesiones, empresas fantasmas y captura de los dólares de la renta, una
reedición de aquella “Manzopol” en nombre de proteger a los intereses de la
“nueva clase”. Nada de esto se parece a cualquiera de las interpretaciones del
legado revolucionario de Chávez. De modo que vale la pena concluir
provisionalmente con las propias del analista de la vida y obra de Rosa
Luxemburgo, en días tan cercanos al aniversario de su cruel asesinato:
“Al final de su vida verdaderamente odiaba a esos políticos
de izquierda que tan solo sabían aprovechar las circunstancias medianamente
liberales que se habían ganado luchando, para hacer lo mismo que todos los
demás políticos: una política burguesa en lo oscurito.” (Jörn Schütrumpf (2011) “Rosa Luxemburgo o
el precio de la libertad”. Ed. RLS Dietz Berlín)
Este es el peor peligro de la revolución bolivariana para
clausurar y olvidar para siempre el “legado revolucionario de Chávez”: una
política burguesa en lo oscurito.
¿Podrá superarse esta encrucijada? ¿Chávez vive, la lucha
sigue?
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