Prensa Opción Obrera 27 Enero - Febrero 2014
Por Roberto Yépez
Análisis político respecto a la “contraofensiva económica” de Maduro
La pervivencia de las relaciones sociales basadas en el
capital se sustentan en un Estado fuerte con un gobierno estable que lo
administre a conciencia. Cuando el Estado es débil un gobierno fuerte lo compensa.
Un gobierno fuerte puede tener distintos matices, desde un presidencialismo
notorio hasta una dictadura gorila. En ambos extremos para ser el regidor de la
lucha de clases y así garantizar el sostenimiento a las relaciones sociales
basadas en el capital.
Con la llegada de Chávez al gobierno en 1999 las condiciones
del Estado eran las de uno bastante débil, tanto por su precaria situación
económica como por la alta inestabilidad política. Mientras hasta 2001 intentó
hacer convivir los factores contradictorios de la lucha de clases dándole más
fortaleza al Estado con rasgos nacionalistas en el marco burgués, lo
enfrentaron a los intereses del imperialismo, y en consecuencia, la tendencia a
la debilidad del Estado se acrecentó. Con la arremetida del imperialismo de
desalojarlo del poder, Chávez recurrió a las masas explotadas y oprimidas para
enfrentarlo mientras a la par se le garantizaba los derechos de explotación
desde su Estado a la clase social burguesa, más interesada en mejorar su tajada
en el reparto del capital como socia del extranjero. El nacionalismo, en ese
marco, no transgredía tales derechos, pero un gobierno fuerte era
imprescindible para imponerlo elevándose por encima de la lucha de clases como
un Bonaparte. Que adicionalmente una bonanza económica lo acompañara,
consecuencia de los altos precios del petróleo, permitía ejercer con cierta
comodidad tal papel (el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos se
incrementó 173% entre 2003 y 2008)[i].
El quiebre de las ilusiones nacionalistas de una economía
“para todos” lo define el último trimestre de 2008 con la caída estruendosa del
precio del petróleo de 140 dólares a menos de 40 por barril, una consecuencia
nacional de la crisis financiera mundial iniciada en 2007. Junto a esto el pago
a valores de mercado de las nacionalizaciones forzosas o convenidas con
sectores de la burguesía también afectados por la misma crisis o como respuesta
a la lucha de los trabajadores en salvaguardar sus puestos de trabajo pero
también para desmovilizarlos como en SIDOR.
El bonapartismo sin una chequera sustanciosa a la mano no
deja de serlo, sin embargo, en su ausencia no había otra que recurrir al
endeudamiento externo para luego terminar aplicando las muy tradicionales
medidas económicas de ajustes monetarios que terminarían pagando la base social
de apoyo. El círculo vicioso de endeudarse, devaluar la moneda, más
endeudamiento, más devaluación, se tornó en lo habitual del marco económico a
partir de 2010, todo para garantizarle la supervivencia del Estado a sus
legítimos dueños a través del capital y su mayor acumulación con la renta
petrolera.
Aún con los precios del petróleo estabilizados en los 100
dólares a partir del último trimestre de 2010 hasta el presente, el gobierno se
vio precisado a ajustar las leyes de endeudamiento adjuntas a las de
presupuesto para 2011, 2012 y 2013 a mitad de cada año. La renta petrolera, el
motor de la economía venezolana y también el alimento para la voracidad de la
burguesía, resultaba insuficiente, más cuando su sector manufacturero nacional
decidió sacar más provecho de las importaciones que de desarrollarse a lo
interno. Lo importante no era producir nacionalmente, era disponer a la mano de
los insumos y recursos industriales importados para surtirlos al mercado.
Políticamente Chávez deja una herencia de estabilidad
política con su avasallante triunfo en octubre de 2012, sin embargo también
había dejado un relajamiento progresivo de su papel unipersonal en la economía
política del país desde que su salud se viera afectada por las vicisitudes del
cáncer que lo aquejaba. A los embates de la crisis mundial y el efecto que ello
ocasionaba en las exportaciones petroleras desde finales de 2008, Chávez
siempre buscó la forma de seguir beneficiando a la burguesía con mecanismos
distintos a los de control de cambio, primero con el dólar permuta, luego con
el SITME. Los convenios con China y Rusia, los nuevos ejes de contacto luego de
enfrentarse al imperialismo yanqui, permitían disponer de recursos adicionales
vía endeudamiento, y al ser totalmente ajenos al control presupuestario,
destinarlo a donde mejor conviniese tanto a la burguesía tradicional como a la
nacida bajo el ala protectora del Bonaparte, la mal llamada boliburguesía. El
resto seguiría alimentado la base social con maltrechas misiones (corruptas
como PDVAL) o el crecimiento vertiginoso de la burocracia gubernamental que
permitía echar más bolívares a la economía y elevar los índices de liquidez de
la cual la banca sacaba su mayor tajada.
El bonapartismo en declive de Chávez le dejaba casi en su
totalidad el campo de acción a la burguesía y eso se demostró con la elevación
a partir de junio de 2012 del valor del dólar paralelo o con la necesidad del
gobierno de Chávez de vender 3.000 millones de dólares en oro de las reservas
internacionales en septiembre de ese año para saciar sus apetitos de divisas. A
las críticas desde su gabinete económico a esto y hasta el planteamiento que
desde allí se hizo de aplicar la devaluación de una vez (tendría su momento
definitivo en febrero de 2013 con un Chávez aún vivo pero incapaz de
decidirlo), la respuesta de Chávez fue la jugarse el todo por el todo, la
elección presidencial de octubre 2012, y no la de medio salvar la economía con
medidas como esas ya que irían en contrario a una victoria al repercutir en su
bastante golpeada base social.
La centrífuga política que genera la muerte de Chávez al
interior de los clanes y camarillas del chavismo en el poder, para nada alteró
este cuadro de decaimiento político del bonapartismo. Su peor muestra la vivió
Maduro en abril de 2013 cuando resulta vencedor con apenas una diferencia de
1,5% sobre el candidato de la derecha. Más notable cuando hubo de sentarse con
el dueño de la Polar y recibir de parte de éste las cuatro verdades que Maduro
decía habría de decirle y que no tuvo más remedio que reconocer. Que en los 3
meses siguientes el gabinete económico se hubiera reunido hasta con 3.000
empresarios y comerciantes indicaba la tendencia a salvaguardar la existencia
del débil Estado para la burguesía pero bajo condiciones bonapartistas más
laxas, algo que fue aprovechado hasta el súmmum por las mismas fuerzas del
capital para arremeter de nuevo con lo único que podía detener su irrefrenable
tendencia a la caída de la tasa de ganancia, la subida de los precios de todas
la mercancías, incluida el dólar, mientras el salario lo definía en precio el
gobierno de Maduro.
La búsqueda, ni con Chávez ni con Maduro, era el socialismo
de alguna forma. Sí era la de ejercer su papel de gobierno como ejecutores de
la política del capital en un mundo signado por su bancarrota. Para tal fin,
más el segundo de manera acabada, imponerle a los asalariados a fuerza de
regimentación laboral, expresada en negativas a la organización sindical,
retrasar aún más la discusión de las contrataciones colectivas públicas o
privadas vencidas, amparos desde tribunales que eliminaban las movilizaciones
obreras de calle, imputaciones judiciales y hasta la cárcel, el orden exigido
por la burguesía para salvarse ellos primero de la crisis indetenible del
capital que a lo interno es el reflejo de su bancarrota mundial.
La coyuntura electoral municipal de diciembre 2013, sin
embargo, no era algo simple de dejar de lado. Desde su inicio el gobierno de
Maduro contó con el único sostén político a lo interno, el de la camarilla
militar. Maduro sin su apoyo, también sin la insistencia de aquellos en
dárselo, hubiese cedido la posta en abril 2013 a Capriles. La camarilla
militar, de ese modo, escogió el mejor momento para hacerle saber al heredero
de Chavez que importaba poco su legado si de él ellos no sacaban el mejor
provecho, como en efecto se ha demostrado en todo el 2013 con la infinidad de
cargos públicos por parte de militares activos, además de sacarle al gobierno
de Maduro empresas totalmente bajo su control y explotación, radio y televisión
pública para transmitir mejor sus mensajes “institucionales”, y hasta un banco.
Por si fuera poco, tienen por encima de la mejor contratación colectiva
conquistada por los trabajadores, aumentos en las remuneraciones para todos sus
estamentos año a año.
Las medidas que el gobierno de Maduro llama de
“contraofensiva económica” fueron la exigencia de la camarilla militar siendo
el gobierno tras bambalinas y no verse obligados a actuar, aún, tal y como
ciertos sectores del chavismo y hasta de la más rancia oposición de derecha le
exigían, con el golpe gorila que “de una” ordene la inestable situación
económica con claridad a favor de los explotadores. Las medidas efectistas que
forzaron la baja relativa de los precios, sin incluir los de los alimentos,
pero bajo el imperio del capital manteniendo la entrega de divisas a la
burguesía con todo su parasitismo, fueron bajo la estricta exigencia del
gobierno militar en ciernes, haciendo un refrito del bonapartismo de Chavez de
otros tiempos como uno tardío.
Marx en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte[ii]
parafraseando a Hegel, expuso que la historia se repitió como farsa por el
sobrino a la tragedia que simbolizó su tío Napoleón. El bonapartismo tardío de
Maduro, bajo la directriz unívoca de los militares, es una farsa para los
explotados luego de haber vivido la tragedia del bonapartismo de Chávez sin
haber sacado de esa experiencia su comprensión política en el marco de la lucha
de clases.
La lucha de clases comenzando el 2014 está más viva que
nunca y el movimiento obrero venezolano, más temprano que tarde, entenderá la
farsa del bonapartismo tardío que les reduce el poder adquisitivo de sus
salarios para que se lo lleven los que los explotan, aún si sobre él se cierne
la sombra gorila de la bota militar, y así como la consecuencia histórica de un
Luis Bonaparte fue La Comuna de París, la organización y una plataforma de
luchas que una a los trabajadores por sus derechos y reivindicaciones será la
que definitivamente derrote y se imponga con su propio gobierno al de los
custodios del capital.
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