martes, 31 de diciembre de 2013

Que hasta, y sobre todo, la belleza cansa…

Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez



"Es la ideología de la clase dominante disfrazada de hermosura para desplegar sus horrores. La idea de “belleza”, que ha mercantilizado la burguesía, es un “valor” de clase, superpuesto a todos los valores, perversamente confundido con la idea de “bondad”. Dicen que lo “bello” es “bueno” y que eso cuesta..., que, no importa el precio si se desea, como escenario de vida, sólo cosas “bellas” y “buenas”. Galimatías aberrante que sale por la tele a todas horas, sin clemencia. [...] la “belleza” burguesa es, en su fondo, una extensión de la guerra que tiene armas, uniformes y símbolos diseñados para encerrase en sí y en la injusticia. La “belleza” burguesa, y su moral de resignación, enseñan que la vida nunca es justa ni igualitaria. Por eso la publicidad se empeña en mostrarla como un bien preciado otorgado por algún capricho celestial. [...] lo que la burguesía deja “afuera”, lo diferente, lo que tenga otras cualidades, pasa a ser exterminable porque en su concepción del mundo “lo otro” es siempre “feo”."

Fernando Buen Abad Domínguez.


Desde que el sistema capitalista expandió su cultura a lomos de la modernidad europea, el de la denominada Navidad y el fin de año son los momentos más hermosos de esa civilización occidental extendida en todas direcciones y hacia todos los sentidos comunes. La semántica católica y apostólica del euro-invierno con ciervitos, abuelitos “tembas” vestidos de Santa Claus viajando en trineos celestiales, con sus bolsones repletos de; a son de musiquitas de campanillas, y los puñeteros arbolitos con sus frutos que hacen colapsar a la generación eléctrica. Y el disparo en la rebaja de los precios dentro de la cultura del consumismo en la compra al por mayor de mercancías que por lo general se quedan guardadas para el fin de año próximo, se desechan o evacuan por “la canal maestra” es realmente exorbitante. Precisamente lo hermoso de todo lo anterior está en que forma parte intrínseca de una cotidianidad intemporal –todos los fines de año se hace la misma bobería-, la “hermosura” de lo tradicional dentro del sistema burgués; como si este fuese eterno. Tras once meses y medio de lucha de clases ardua por antagónica, los últimos días de diciembre entran en un “pio time” y se regresa al seno “perfecto” del sistema imperialista como si nada hubiese pasado. Al séptimo día de enero, uno despierta del letargo como si en 1844; y a chocar con la realidad dura y concreta del cobro por la sumisión a la gozadera tradicional.  


En esa lucha de clases, durante la inclemente y accidentada, pero imprescindible, etapa del cambio radical socialista, todo puede parecer inescrupulosamente “FEO”. El capitalismo, que aún es hegemónico, se mostrará en sus mujeres de pasarela por aquí, su belleza capilar de los desrices con pelos postizos por allá, sus sirenas sin salvavidas en las imágenes que anuncian a sus ampulosos almacenes de alimentos y electrodomésticos, a las amplias avenidas de las mega ciudades con negros “van” Chevron, al jet set de sus hombres de negocio, sus noches de carmín para copas lujosas llenas de sofisticados jarabes etílicos, drogas y barbitúricos que provocan el babeo perruno de indigentes alcohólicos con estómagos famélicos. Y nuevas normas con que perfeccionar a los códices de la euro-hermosura. Que nos va preparando para esos últimos quince días de diciembre.

Para un país como Cuba es una angustia enorme esa batalla cultural contra los referentes del sistema capitalista. Quienes nacimos con el triunfo de la Revolución y experimentamos aquellos primeros años de la década de los sesenta del siglo veinte, entre los mangares del convite navideño (por primera vez en la Historia del país y su cultura accesible para TODOS) se han quedado en la memoria aquellas primeras celebraciones que el bloqueo (guerra económica y política) angloestadounidense abortó. Hicimos nuestras “adaptaciones” a la nueva circunstancia, que también gestó una cultura que trasladó esas celebraciones hacia el 31 de diciembre, porque dio la irrepetible coincidencia de que nuestra Revolución triunfó el 1ro. de enero de 1959. Pero aún cojeamos de falta de “hermosura” occidental.

 La crisis de los noventa del siglo veinte, obligó a consensos que amenazan con deshistorizar a la emergencia de esa nueva cultura; cuando el imperialismo incluyó a los tarecos, producto del desarrollo tecnológico capitalista entre las “hermosuras” a acopiar durante esos quince días últimos de diciembre: tabletas, pantallas planas, refrigeradores, lavadoras, pacotillas desechables, remesas necesarias para el consumo ostentoso, por sobre los demás. Y no en último lugar esa tendencia tropical, caribeña, subdesarrollada, en el excesivo disfrute de los placeres magros del consumismo burgués hasta perder el santo y seña. Disfrutar hasta matarnos y matar a los otros; persiguiendo un ideal de “plenitud de hermosura” actualizado mediante un sofisticado programa de software.

La radicalización política y cultural del socialismo implica también des-feminizar el sometimiento a la lascivia pervertida de lo patrimonial, des-feminizar el sometimiento a las normas de la hermosura burguesa. Liberar a la dimensión espiritual de la hermosura, de los tarecos y artificios del consumismo imperialista mismo; no existe la dominación de la hermosura como una propiedad privada. La amnesia imperialista deja afuera a las víctimas del rentismo improductivo, de las guerras “locales”, del desempleo galopante. Deja fuera a las mayorías sobrantes del sistema capitalista. ¿Existirá alguna vez una Navidad sin lucha de clases y sin explotados lamiendo las vidrieras? Feliz (y con justicia social efectiva) Año Nuevo 2014.


Desde el litoral oeste de La Habana, revolucionaria, socialista y bolivariana. 30/12/2013 

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