Por Roland Denis
Lo importante.
Tal vez, después de no menos de cuarto de
hora de intentar redondear la idea, el presidente Nicolás Maduro fue
interrumpido anoche por una consigna que gritaba la gente en coro en la plaza
Diego Ibarra. La consigna: “Caprichito, Caprichito, toma tu plebiscito”. El genio
del inspirado colectivo pone en claro una cosa muy sencilla que sus líderes no
alcanzaban precisar desde la altura de la tarima y el monólogo mitinero: cuando
se vota en Venezuela desde hace 14 años se ponen en juego dos opciones de
sociedad y de vida, una de ellas busca a como dé lugar un orden tradicional
jamás logrado, pero siempre soñado por las clases medias, en el cual el respeto a las
ideas y la libertad ciudadana sea acompañado por la inamovilidad de los canales
establecidos de convivencia, separación, división y ascenso social y un entorno cultural tradicional igualmente inamovible. Mientras que el otro
busca transgredir ese orden falso e hipócrita reivindicado ante todo la
dignidad de la nación que nos ha tocado nacer y el derecho a la igualdad, la
libertad y la participación efectiva de aquellos que la construimos a diario.
En medio de una crisis material y política
que se agudiza terriblemente este año, a la oposición liderizada por unos
señoritos cuya visión de mundo se restringe en sus fantasías, miedos,
prejuicios, ideologías y sueños, a los límites que van de las fronteras de la
plaza Chacaíto al puente de Los Ruices en el este de Caracas, se les ocurre convertir estas elecciones en
un plebiscito. Reafirmando las fronteras blancas de su pensamiento y su
imposibilidad de reconocer la historia real de las últimas tres décadas, llevan
el escenario electoral precisamente al terreno del reto cuantitativo-electoral
entre dos visiones antagónicas del mundo y nuestra sociedad.
La vieja burguesía
parasitaria y caraqueña -que ya no lee otra cosa que sus propios tuitters- ve
simplemente el correr de la realidad en la variabilidad inflada de precios en
automercados y centros comerciales, interpreta que le llegó su hora. ¡Ya son
mayoría!... Desde Abril esta probado, murió el 27 de Febrero y la revolución
deseada, la mayoría de los votos que obtendrán en las próximas elecciones
municipales es el poder presidencial seguro en pocos meses cuando mucho dos
años. Llegan las elecciones y se van con las tablas en la cabeza. Se les olvidó
que nuestra chiquita historia ha sido sin embargo inmensamente real, peleada y
trabajada. Por ello el escuálido sigue siendo la casta, el patrón explotador,
el blanquito arrogante, el histérico violentista, la viejita miedosa, el
usurero comerciante, el individualista que ni saluda. De esa imagen han sido
absolutamente incapaces de delastrarse porque en la realidad la imagen
mayoritaria que se tiene de ellos es lo que son, seres absolutamente
ínfimos-escuálidos- comparados a la historia que hemos vivido.
Del otro lado está el que se la juega en la
calle, que ayuda o enfrenta a su igual pero igual al fin, el pueblo que se
busca a sí mismo, que la logra y también la desbarata... (¡es verdad!) pero siendo
siempre la historia de seres de comunidad y de la común igualdad de clase.
Destinos, construcciones y aprendizajes que luego se cuentan frente a una
cerveza, un aula, un conversatorio trabajando o una asamblea. En fin una
historia a riesgo total como cualquiera que nació y desenvolvió en la pobreza
de campos y ciudades, viviendo los acontecimientos que aquí han pasado.
En Venezuela, le guste o no a nuestras
ilustradas supervanguardias antichavistas, todavía sigue votándose bajo el
signo de clase. De la clase en sí porque efectivamente el pobre vota muy
mayoritariamente chavista, y lo que esta por encima en el escalofón social vota
arrolladoramente oposición. Y de la clase para sí, porque detrás de ese
contexto clasista del voto están dos horizontes subjetivos donde se confronta
la subjetividad del dominado con el deseo liberador de su contrario,
objetivados por dos programas históricos que marcan claramente la brecha entre
reacción y revolución. Además, como decía un amigo, “mientras sólo existan
pobres asesinados por asuntos de la lucha de clases, es una confrontación que
llaman pacífica” mediada cuantitativamente por el voto.
De allí la importancia
esencial del voto chavista hasta los momentos. Y efectivamente si lo vemos
exclusivamente como voto de confianza, no sólo por un gobernante cual sea a ser
electo, sino una opción de vida y de país. Lo que Javier Bierdeau ha llamado muchas
veces la hegemonía socialista, que preferiríamos llamar la voluntad
revolucionaria o de poder, es un hecho que en Venezuela tiene un lugar inmenso
alcanzado, y el voto sirve para ratificarlo. Sólo y simplemente para reafirmar
el comienzo de una “otra historia” donde esta vez serán los iguales y no los
explotadores sus protagonistas, con programa y movimiento social millonario
ligada a ella. A la oposición fascinada por sus avances, la muerte del caudillo
odiado y las crisis evidentes del terrible “régimen”, desesperada y babosa de
poder, se le ocurrió retar esa confrontación y llevarla a números; bueno allí
están sus números. En ese sentido podemos decir que los volvimos a destrozar en
su terreno de manera democratísima; perfecta la consigna popular de la Plaza
Ibarra.
Lo desastroso
Pero si fuera sólo por ello tendrían toda la
razón aquellos que vieron en una sola masa compacta los líderes que estaban
sobre la tarima en Plaza Ibarra y a los que coreaban la consigna mencionada. De
hecho la mayoría de los análisis “chavistas” van por ese camino y por supuesto
toda la estrategia mediática oficial. Sin embargo e independientemente de las
mediáticas y comentadores, hay un hecho que ya no es ni secreto para nadie ni
tampoco se “secretea” como pasaba hace pocos años, por el contrario es el
debate diario de todo el universo popular del chavismo. Lo cierto es que lo que
estaba montado sobre la tarima de la plaza, no tan idiotas como los señoritos
de la oposición -todo lo contrario- saben perfectamente mover emociones rivales
(nuestro reconocimiento en ese sentido a Diosdao Cabello) y emular los sueños
de liberación y hasta de amor fundadores de este proceso (esfuerzo de Nicolás
Maduro), ya no se parece para nada a lo que estaba abajo.
No vamos a entrar en otros análisis,
ratificamos sí que digan lo que digan y hasta que el gobierno de Maduro
demuestre lo contrario callándonos la boca, lo que estaba sobre esa tarima e
independientemente de las peculiaridades de los personajes, no es expresión de
la hegemonía socialista o la voluntad revolucionaria reafirmada en el voto, sino
una síntesis más de una clase social naciente, con sumas multimillonarias de
capital dinerario mas no de propiedades consolidadas que le pelea a su otro
contrario tradicional y oligárquico su dominio propietario y de clase. Un
trabajador de cafetería amigo me decía que su hermano, chofer de unos de los
magnates del Seniat, porque ya no cabe otro nombre para los jefes de esa
institución, que cuando alguien más se sentaba en ese carro la conversación de
negocios jamás bajaba de treinta millones de bolívares fuertes. Ese es el
verdadero contexto en que muchos de estos dirigentes se mueven, sin el menor
reparo de montarse luego en cualquier tarima en invocar al pueblo, a Chávez y
el socialismo, Cristo y la felicidad de todos, esos sí saben en que historia
nos movemos. Lo interesante es que quien me lo decía es chavista militante al
igual que su hermano chofer, personas que saben diferenciar lo que es el voto
chavista de quienes lo que representa hoy.
Ahora, bueno es preguntarse hasta cuándo
esta diferencia entre representantes del voto y el voto en sí será correcto
establecerla. Ya a estas alturas y viendo las peculiaridades de las mismas
elecciones municipales en la cual un altísimo porcentaje de los candidatos del
PSUV no son más que extensiones de una corrupción generalizada o personajes
totalmente ajenos a toda esta historia libertaria que produjo lo que hoy
llamamos chavismo, o simples burócratas de partido, la pregunta es cada vez mas
pertinente. Y mucho más pertinente decir hasta qué punto ese voto irá
retrocediendo -no porque la revolución planteada ya no tenga sentido ni
significación al movimiento de la mayoría- sino que esa misma mayoría no verá
ninguna expresión transformadora y antagónica en ese voto. Será un voto más de
un carnaval electoral más, contextos que un Winston Vallenilla, y sin tener
nada contra el amigo que hizo su esfuerzo hasta de hablar como un buen
izquierdista, inútil pero hecho, se encargaron de adelantar. Lo cierto es que
si esa diferencia se evapora, es evidente que el chavismo va a
perder en las próximas elecciones, con lo cual la única pregunta que nos
faltaría por hacer es si eso en efecto acontece, se desvanece el sueño
revolucionario o tomará otros rumbos más radicales y profundos. Es imposible
saber, mucho más hoy frente a debilidad del movimiento popular autónomo.
Sin embargo, hay bemoles en este análisis.
Lo ocurrido en Maturín y Barinas, plazas de orgullo para el chavismo perdidas,
no es más que el agotamiento rápido y progresivo del despotismo como se
impusieron muchas candidaturas a alcaldes, pero no de la mayoría chavista, en
este caso dividida o decidida a la abstención. El alto Apure, la candidatura a
la alcaldía mayor de la zona la gana el mismo alcalde pero con una tarjeta
fuera del PSUV y polo, producto de la barbarie y corrupción impuesta por los
llamados “amarillos” ( siglas CRBZ) en la zona, portadores de la tarjeta
oficial, pero que no amilana la voluntad revolucionaria del campesinado de
Apure expresada en un voto alternativo. Pero hay casos lamentables donde se
imponen personajes acusados de uno de los tantos desfalcos al Banco Industrial
contra una candidatura del actual alcalde no anuente a las simpatías de la
cúpula regional, es el caso de El Tocuyo. O el emblemático Rodolfo Sanz en
Guarenas, quien hasta tuvo que escaparse de Guayana después de ser ministro y
acabar el plan Guayana socialista, más otras acusaciones terribles que existen
en su contra. O la imposición de un personaje que va del doctorado a la
televisión y de allí a la candidatura de Maracaibo (el niño mediático) y no es
capaz de ganarle a una de las peores alcaldes y de probada estupidez de este
país.
Sobrarán ejemplos en ese sentido. ¿Hay alternativas electorales reales al PSUV?, es muy difícil, aunque sea
una discusión abierta en muchos espacios.
Lo cierto es que si bien el pueblo en lucha,
chavista en el voto, marca su mayoría, no es lo mismo en absoluto, con
dignísimas excepciones por supuesto, lo que ese voto ha elegido. La crisis ya
avanzada del modelo corporativo-burocrático tiene aquí su más esencial
expresión, cosa que posiblemente, por lealtades, simbolismos, clientelismos
feroces, y sobre todo por lo que supone el voto chavista en sí, aún no se
expresa como derrota electoral. Pero si esta tendencia sigue igual y si el
pueblo chavista militante no toma conciencia y sabe poner un límite
determinante a algo que han avanzado tan lejos en la distancia abismal entre
dirigentes y dirigidos, esa derrota también vendrá. Un desastre puesto en
bandeja de plata, pa Caprichito.
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