Por Gladys Emilia
Guevara
Sacar conclusiones contundentes de los hechos que tienen
lugar en la Venezuela actual, se ha convertido en un verdadero reto a la
inteligencia de expertos políticos y opinadores. Máximo aún si se comprende que
todos estamos inmersos en una atmósfera política particular, sin antecedente
alguno en nuestra historia, y sometidos para nuestra desgracia, a la activación
de representaciones sociales propias del sistema capitalista, que aún cuando
decimos execrarlo, se reproduce subrepticiamente en las perspectivas de
pensamiento con las cuales intentamos explicar estas realidades.
Celebrar, por ejemplo, que un grupo minoritario de personas
asuma tomar en forma compulsiva electrodomésticos de una tienda, bajo la
premisa de que quien lo hace está ejecutando la justicia por su mano porque de
antemano "conoce" como esos dueños de tiendas le han esquilmado mucho
más de lo que él en ese momento pretende saquear, me parece una perspectiva
sino totalmente errónea, al menos, deliberadamente parcializada e incompleta. Y
el equívoco surge de la activación de un concepto idealizado de lo que en
teoría llamamos pueblo, y del esquema según el cual creemos que este hace
justicia.
¿En qué circunstancia la iniciativa de determinado número de
personas puede ser representativa del concepto de pueblo que manejamos, de
acuerdo al grado de consciencia social que uno u otro ha alcanzado? ¿En qué
medida estos aparentes actos "espontáneos" no son estrategias de
grupos interesados en manejar la psicología de masas que lleva a grandes
conglomerados de seres humanos a actuar en forma irracional, o simplemente a
detonar mecanismos que al final resultan adecuados para aprovechar las
coyunturas de las crisis y llenar aún más sus arcas?
Todo es posible en un país en el cual el capitalismo ya viaja
hasta en el calcio de nuestros huesos…
Un compañero que habita en la ciudad de Valencia refería en
detalle y con conocimiento de los hechos, cómo los dueños de Daka en el 2011
mandaron a quemar su propio negocio para evitar sanciones y cobrar el seguro, y
ofrecía evidencias que apuntaban a que en este nuevo hecho ocurrido ahora el
día sábado 9 de noviembre y en el que se involucra al mismo establecimiento, se
apostaron algunos secuaces a las puertas del negocio, y con la complicidad de
los empleados de la tienda, recibieron en cuestión de escasos minutos (que no
dan cabida a posibilidad alguna de embalaje) las cajas de los televisores. Por
supuesto, una vez iniciado el saqueo, más personas (de esas que a muchos les
gusta llamar "pueblo verdadero" dependiendo de los intereses que le
favorezcan) se suman en búsqueda del usufructo personal –porque no es otra la
explicación aunque haya quien vea en esa acción una reivindicación social
ancestral ante el desprecio de la clase acomodada que tiene acceso a esos
productos que le son negados a él− y pasan a formar parte del pillaje colectivo
en el cual se ha convertido dolorosamente el país.
"Una vez que se inicia el saqueo –comenta el amigo− el
hecho se convierte en robo, de modo que el seguro se encargará de pagarlo todo.
Sirve para inducir un estado de zozobra en la población y sirve para recuperar
la inversión de la mercancía".
Definitivamente no me anoto en la disputa que pretende poner
en la mesa de la discusión quién es más pillo o más elegante en el robo. Ni en
aquella que sublima la acción de grupos que actúan sólo para su beneficio
personal calificándola como reivindicativa del saqueo a las riquezas hecho por
los grupos dominantes y que deberían beneficiar a todo el pueblo venezolano.
No. Y no lo hago porque sencillamente de allí no podrá derivarse una forma sana
de hacer revolución, y en consecuencia de crear nuevas formas de relación que
permitan la consolidación de una sociedad cada vez más cooperativa y solidaria,
y en consecuencia, la formación de una cultura para la vida y no para el festín
de la existencia consumista.
Si alguna conclusión certera podemos sacar del escenario, es
que ciertamente avanzamos en terreno minado. Y que las minas las colocó el
sistema republicano desde el momento en que centró su economía en una
estructura rentista. No obstante, ¿fue alucinación o realidad que desde
comienzos de este gobierno llamado bolivariano se anunció que nos aprestábamos
a abandonar el capitalismo y nos enrumbábamos hacia una economía socialista?
¿Son falsas nuestras percepciones cuando constatamos que paradójicamente no se
ha hecho otra cosa que acelerar el proceso de enajenación del pueblo venezolano
a través de un sistema educativo anquilosado y tradicionalista que incorpora
las innovaciones tecnológicas como una simple moda y deja a un lado la
investigación seria en torno a las características particulares de los procesos
de aprendizajes? ¿Somos injustos cuando reclamamos que este gobierno ha
permitido que en el contexto social de los venezolanos se enseñoree el
clientelismo, las prácticas nepotistas, y la corrupción en todos ámbitos
públicos y privados, así como en todos los estratos sociales?
¡Qué fácil próspera en esta Venezuela de cultura rentista un
saboteo económico que produce, junto a otros factores, un índice inflacionario
tan escandaloso como el que actualmente sufrimos! ¡Y qué fácil prospera un
"saqueo" y nosotros lo naturalizamos o lo justificamos creyendo que
forma parte de las luchas populares!
Vale el exorcismo cuando de él expulsamos al demonio del
consumo y el pensamiento inmediatista, y comenzamos a imaginar nuevas formas de
producción y de relaciones humanas. En ese debate, sí me anoto, y en él se me
irá la vida, si con ella contribuyo a dejar una mejor sociedad para nuestros
hijos y sus futuras generaciones.
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