jueves, 31 de octubre de 2013

La Suprema Felicidad y yo


Por Yuri Valecillo

Seguramente para Maduro es el horizonte posible, pero nada más lejano que ella, y no es que la decrete o que tenga enemigos por todas partes, pero la suprema felicidad no existe. A cada instante tenemos nuevas metas y vamos construyendo nuevas realidades, nuevas maneras de entender las cosas.
Quizás para alguien es posible conformarse con lo conseguido, pero es imposible no indignarse con lo que no ocurre y con lo que le ocurre al ajeno. Imaginemos la suprema arrechera nuestra cuando vemos el criminal bloqueo a Cuba, los ataques criminales de USA al Siria o las perversas acciones de Israel contra el pueblo de Palestina.

“La mayor suma de felicidad posible” si es acumulativa porque de ser la suprema, si la felicidad tiene una cúspide lo que nos queda es caer, debe ser muy difícil opinar distinto al que detenta el poder y de allí lo grande de Chávez  al enfrentar a USA desde nuestro país, conociendo nuestras debilidades, nuestras carencias, nuestras limitaciones. Chávez era un tipo valiente, su palabra nos arropaba y daba abrigo, es difícil competir con este magnífico paladín de la dignidad republicana.

Hoy la nación está saliendo todavía de la muerte del estratega y viendo que no todo era miel sobre hojuelas, que el esfuerzo es grande, que los raspa/cupos están al por mayor y que algunos funcionarios electos se graduaron de bandidos e imitaron a “los empresarios” de lo importado y a los deportistas de la estafa.
Esto de jugar ajedrez a veces nos pone en la disyuntiva de perder una pieza muy importante para poder establecer una buena jugada o ganar finalmente la partida. Todas las fichas son importantes y para un buen juego. Cada pieza cumple con un papel importante, necesario, básico. Pero lo cierto es que para que el juego se dé, las reglas y los movimientos deben estar claros desde el principio.

No imagino a un diputado, alcalde, gobernador, jefe del partido, militante que no se escude tras la palabra disciplina, que más bien suena a obediencia. Y es que la disciplina constante se vuelve un método para aprender y tener manera y forma para hacernos mejores en el manejo de algún instrumento o herramienta. La obediencia es otra cosa: es la falta de discusión, de análisis de enseñanza y de aprendizaje y la acción casi condicionada de darle la razón al superior aun sabiendo de las fallas y errores en su argumentación.

No espero ser parte de los supremamente felices, y además no puedo serlo. A veces me aquejan dolores que no me permiten serlo, o veo que se escapa un Isea o que el asesino de Mazuco puede ser diputado y que Parra el de Valencia se comenta en la ciudad que podría salir en libertad después de diciembre o el asesinato de Sabino en el Zulia, el intento de explotación carbonífera a cielo abierto en ese estado… ninguno de esos hechos me hace supremamente feliz, y por el contrario, me da una suprema arrechera.

Y aún más la acción de Capriles y su impunidad, y la guerra económica dirigida desde los silos de la familia Mendoza o el sacar del aire a Mario Silva y el combate contra Grano de Maíz, y la censura a Nolia y al profesor Acosta.

La felicidad la vamos construyendo de a pedacitos, de a gajitos, y que el camino es tan largo como nuestras vidas y que cualquier acto criminal me indigna y me enardece y que los gringos no nos permiten tener vida privada.

La vida nos hace añorar la felicidad precisamente porque conocemos las otras pasiones humanas, la alegría, la tristeza, la rabia, la indignación, el duelo, etc . Cuando muchacho leía en esos círculos de estudios algunos libritos de Mao entre ellos “Acerca De La Contradicción “. No deseo estar en la cima de la felicidad y es que después de la cima viene el descenso.


La vida nos obliga a decir que también nos equivocamos pero diría Siddhartha “ni tan flojo que no suene, ni tan templado que reviente” en el justo medio, en el equilibrio. Lo demás es silencio y el camino es tan largo que a pasar de haber caminado tanto, sólo representamos un pequeño paso en la historia que aun esta por recorrer.

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