viernes, 25 de octubre de 2013

Caracas/Habana/Caracas: el complot de los fetiches en la guerra económica imperialista.





“Le señalas la luna a un tonto, y este se queda mirando al dedo”.
Aforismo chino.

"Triste es que nos quedemos callados, para que no me llamen tira piedra"
Hugo Chávez Frías.

                                                                           Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez

El fetichismo del modelo de sociedad y el orden político angloestadounidense, activa referentes que pasan al imaginario de cualquier sujeto que, perdido, persiga algún pasaje “americano”, depreciando a la cultura propia. Esta reacción mnésica pugna por regir la cotidianidad fuera de la legalidad socialista. Señala Rafael Hernández que la crisis en Cuba “que llamamos "Período Especial" ha dejado una huella muy profunda en ese orden socialista, […] en la sociedad cubana […] el socialismo no es únicamente una forma de organizar la economía y la política; sino […] sobre todo, una forma de pensar, una cultura ciudadana, un modo de las relaciones sociales y las conductas."[i]

Los interactuantes en las relaciones de corrupción se subordinan a esos referentes, desde lo que surten e intercambian:

I.         Bienes materiales (incluye a las personas); espacios secluibles[ii] en primera línea de playa o litorales urbanos en acopio de espacio físico para beneficio privado; artículos (preferentemente importados o) comercializados en frontera: alimentos para consumo humano; materiales de construcción, casas –su asignación legal o malversada- y a la cualificación del espacio urbano que éstas ocupen[iii]; automóviles –su asignación legal o malversación- combustible y piezas de repuesto; moneda dura en su diversidad de denominaciones y canjes; textiles, electrodomésticos, prendas de joyería en las que incluimos los piercings. Obras y productos de las artes de determinados autores y culturas; cuerpos más allá de su opción sexual –preferentemente jóvenes- con determinada fenotipia y luciendo, también, cualificada apariencia externa; hoteles resort; artículos de cosmética y perfumería, empleomanía privada para trabajo doméstico y especializado ilegal; pasaportes, visas, cuentas bancarias, tarjetas de crédito y remesas en dólares estadounidenses.

II.        Bienes en servicios: (a malversar) comercializados o no en frontera: de complementación al entretenimiento y el turismo; incluye viajes locales preferentemente a sitios de recreación y descanso (no campismo popular, hablamos desde el “tercer mundo”), y sobre todo al extranjero; construcción, reparación y permuta de viviendas; transportación en frontera, o de mudanzas –particular- con vehículos modernos –estatales malversados-; servicios de provisión y consumo de combustible y energía eléctrica; servicios personalizados de cura, cuidado o mantenimiento de la salud humana o para animales afectivos; servicios religiosos en moneda dura; servicios de mensajería (paquetería) local e internacional a domicilio; servicios de Internet y correo electrónico en telefonía celular y fija en moneda dura; servicios de guarda y custodia privados; acceso a televisión satelital; servicios de comunicación internacional malversado desde telefonía pública en moneda nacional. Servicios sexuales y sus insumos. Aprendizaje de idiomas a erogar en moneda dura (sucursales en La Habana, de la Cambridge, Humboldt, Madrid). Becas en el extranjero. Relaciones lucrativas de pareja o matrimonio con extranjeros. Contratos de trabajo en el extranjero.

III.      Permisos, concesiones, beneficios sociales, reducciones de pago (a malversar): Acceso al sistema de bienestar social (Ej.: los mejores asilos para ancianos y discapacitados). Cartilla de racionamiento –libreta de abastecimientos, en Cuba-, reducción de pago por consumo de energía eléctrica, licencias de trabajo por cuenta propia, permisos de construcción, compra de reducciones impositivas, créditos, preferencias en escalafón dentro del mercado laboral en empleos lucrativos, evaluaciones académicas, viajes de trabajo al extranjero, instalaciones vacacionales por asignación sindical (en Cuba), concesiones a la exportación-importación comerciales, licencia de conducción.

IV.       Posiciones sociales: empleos en lugares lucrativos o de autoridad social, estudios superiores terminados en carreras que aporten movilidad profesional, distinción social, alto peculio salarial y bienes materiales y simbólicos. Ostentación de alto estatus social y material, comprobado o inferido de la familia. 

V.        Formas de comportamiento: obediencia, lealtad personalizados (corporativismo); influencia profesional, política, de clase, racial, de género u opción sexual; cultivo de círculo de amigos personales para favores íntimos e influencia profesional, ideológica o vecinal; visibilidad pública en espacios calificados como de “poder”.

VI.      Condiciones de vida humana: Inexistencia de amenaza personal por inmunidad multipropósito; sensación efectiva de seguridad material y psicológica; libertades públicas (privatizadas); lejanía (mejor que cercanía) de zona de vulnerabilidad social, y posibilidades reales fuera (mejor que dentro) de esa zona.[iv]  

La corrupción tendrá que ser combatida dentro del socialismo mientras el capitalismo se mantenga como orden político y fundamento cultural hegemónicos. Stolowicz, lo confirma al enunciar que: "La corrupción y la impunidad son dos caras de la misma moneda […]. El capitalismo transnacionlizado requiere doblegar los valores que «humanizan a la humanidad»."[v]. La impunidad para la corrupción tercia a toda la sociedad. 

La corrupción padece aguda obsesión hacia el presente; su adicción al acopio desde y hacia el mercado negro tiene implicaciones culturales muy graves, con secuelas a largo plazo contra sistematicidad socialista. Descansa en fetichismo consumista, que “mueve” a las personas a velocidad psicológica sideral, impuesta por la sustitución hiperkinética de signos, significaciones y planos imaginarios que impone el fundamento burgués mundializado. El granero al que constantemente asalta no es el de esa burguesía, sino el de la propia sociedad (bolsillo estatal) en antagonismo con ese fundamento. Hurtarle a la sistémica socialista para vestir a un fetiche puede dejar sin neuronas al más pinto. Esa intención está mutilada por la casi nula legitimidad que la sociedad le profesa. El extravío de valores importantes deformados, o en proceso de rescate en medio de una crisis y su reforma, impone el “casi” -en el caso de Cuba. La corrupción como relación social tóxica, tributa a la acumulación parasitaria del capitalismo no ya capital, sino niveles de agresión a la sistematicidad socialista que sirven a los intereses del orden político estadounidense.

La voracidad en el acopio y la malversación, es la preeminencia adictiva de ese modo sociorrelacional que erosiona el equilibrio de la legalidad socialista. El sentido común desde la relación corrupción,  infiere que cuando escasee algo aunque no se necesite se consiga de cualquier manera –escasez provocada por la misma subversión interna, en el caso de Venezuela bolivariana-; su intencionalidad ética es nula e impulsiva. Resuelto el “problema”, se consume (aun si innecesario), gasta y deprecia, comenzando nuevamente el ciclo para desmarcarse de la legalidad.

La cultura política socialista admite que la productividad laboral para la distribución equitativa, es compleja, ardua; pero, en tanto socialización productiva de la decencia, lleva intencionalidad indispensable para evadir los desajustes de la inequidad. “¿Cómo se aplica eso a una sociedad en transición socialista? El dominio sobre la reproducción de las ideas […] la correspondencia de las ideas rectoras con el nivel que alcanza la reproducción de la vida social es totalmente insuficiente en la transición socialista, porque ella es un proceso intencional que está obligado a irse por encima de sus condiciones materiales de existencia (es la relación que debe existir entre el poder y el proyecto –socialista-) […] El poder debe estar siempre al servicio del proyecto […] lo anterior encierra todo el programa de un poder revolucionario en transición de tipo socialista […] sólo un inmenso poder es capaz de sobrevivir y de avanzar frente al capitalismo en las condiciones actuales. […] El poder revolucionario debe ejercerse sobre un conjunto amplísimo de campos de la vida social y de su reproducción ideal y material.”[vi]

La intencionalidad de la relación corrupción, pretende a la sociedad cubana o a la venezolana “cautivas” por tiempo indefinido, dentro del marasmo de una crisis y su reforma, de desajustes que trae el conflicto monetario, la insustentabilidad productiva, la devaluación del trabajo honrado para solucionar el sentido de las interacciones,  es decir, en un eterno atasco. Pero las sociedades son sistémico-relacionales, cambian constantemente, sólo que tales cambios debemos regirlos con intencionalidad política y fundamento cultural socialistas. Acanda nos alerta que la: “burguesía desarrolla su proceso de cambio social conservando la dominación, la asimetría de las relaciones sociales intersubjetivas, y desarrollando hasta el paroxismo el proceso de objetualización o cosificación”.[vii]

La corrupción, modo relacional tóxico, vive a costas de las coyunturas difíciles en la transición socialista. Será la intencionalidad crítica de las ideas socialistas dominantes lo que desde praxis política nos compulse a rebasar dichas coyunturas sin demasiados queloides en el cuerpo social. La corrupción se sustenta en un limbo ideológico creado por las crisis; la sistematicidad social no soporta limbos por mucho tiempo; tampoco los sujetos, entonces, las “ideas deben realizar varias tareas a la vez, […] ser capaces de reproducir el orden vigente de cuestionarlo y de ayudar a revolucionarlo, […] este no puede existir sin revolucionarse a sí mismo una y otras vez [para] […] ayudar a crear firmeza de convicciones, capacidad de sacrificio, de disciplina, […] y al mismo tiempo deben ser capaces de crear rebeldía, criterio propio, pensamiento realmente independiente en la ciudadanía[viii], capaz de avanzar en contexto histórico de plaza sitiada. La sociedad cubana, por ejemplo, está en transición socialista; es un cambio radical, y no indoloro.

El ámbito de interacción subjetiva debe ser mucho más amplio e inclusivo como debate contrahegemónico, más democrático y menos autoritario, más culto y menos antintelectual; tras el autoritarismo en las interacciones, se oculta un estrato que mantiene su cofradía tácita contra el control y la autoridad popular por parte de la ciudadanía. Las complejas condiciones de una transición socialista, sobre todo durante las crisis, permiten que un mismo sujeto, pueda pasar de consciente que, en mayoría, reclama a los burócratas venales, a parte eventual de esa misma burocracia. Se hace cada vez más arduo que prevalezca (estimulada) la utilidad de la virtud martiana, bolivariana. Delgado Díaz nos lo alerta cuando escribe: “Lo grave del fenómeno […] [de] la corrupción [...] radica en los vínculos de ella con formas de auto-organización social que, en las condiciones de […] crisis, […] han contribuido a la sobrevivencia de la población y se han incorporado a su vida cotidiana como redes estables de relaciones alternativas”.[ix]

En estos procesos los individuos asumen la subordinación a una asimetría impuesta por determinados estratos sociales, que supuestamente o no, están por encima de la mayoría; tales pertenencias suelen ser circunstanciales, también, en dependencia del nivel de impunidad y lucro que propicien. Con –la casi única- excepción de las remesas en divisas desde el extranjero, el monto financiero, material y simbólico que aún se mueve en zona ilegal, puede provenir de las arcas y recursos del Estado. Esta forma de desvío hace mucho que integra a una totalidad sistémica al margen de consensos políticos y el pacto social asumidos desde legalidad socialista. Dilucidamos a esta sistémica marginal: espacio real y simbólico, donde los individuos se subjetivan, subordinados a diferencias “naturalizadas” que procuran invisibilizar al otro, para sustituirlo por "algo" que se le pueda sustraer, expropiar, para beneficio propio.

Se le presta insuficiente atención a la producción social de signos, a la semiosis, como herramienta para la organización y control de la sistémica social en procesos de cambio radical.

Las relaciones subjetivas, están mediadas, por signos que integran, a su vez, a una semiosis que debe su razón a un contexto histórico determinado; y a un orden político para administración social también históricamente determinado. Si hay desajustes éticos en tales procesos, la semiosis a intercambiar moverá intelección y orden social definidos por la subjetivación con las "cosas" en la producción de realidad; sustituyendo a la autoproducción subjetiva. El concepto de propiedad deja de ser categoría para interacción subjetiva y se convierte en modo, no sólo de interactuar con los objetos, también de sustituir al sujeto por el objeto mismo. Entonces, los individuos interactúan con las “cosas” y no con los sujetos para significar, crear, reconocer e intercambiar lo material. La excesiva atención que se presta a la depreciación del otro, por falta de correspondencia al mismo estrato o clase, lo evidencia. Sería improbable malversar (que exista corrupción) sin subvalorar y controlar a otros al tener, de sobra, en propiedad privada mediante rentismo improductivo, lo que a esos otros les falta; incluyendo al “poder”.

Las diferencias son consensuadas, dependiendo de la producción social de signos para organizar y controlar. En una revolución radical está implícito un cambio, también, de producción social de signos y sus significaciones; no es posible la materialización de los objetivos de una revolución socialista radical, sin el proceso anterior cuyo fundamento es cultural, aun cuando su aplicación sea política –cultura política. ¿Cómo se expresa desde la crisis y la reforma de los noventa, en Cuba, por ejemplo? Mediante conflictos por (entre otros) insuficiencia de una crítica, democrática, culta y popular en la participación socialista. Partimos de que la corrupción es subversión interactiva del orden político socialista y de su hegemonía.

El poder pertinente al proyecto socialista se soporta en el consenso democrático, en expansión, de una hegemonía cultural. Cuando ésta se lacera lo sufre el poder acumulado, consensuado, y el proyecto comienza a peligrar. Kohan comenta que: "Uno de los problemas históricos más importantes que toda cultura, filosofía y concepción del mundo debe afrontar es el modo en que se hace masiva, se socializa, […] disputa la hegemonía en el seno del sentido común [...] El momento en que la filosofía deviene política"[x]. Ese proceso tuvo su comienzo, para la sociedad socialista cubana, en la década de los sesenta, para el cambio radical en la producción de realidad y autoproducción de subjetividad. Tenemos en cuenta que este proceso “puede alentar la crítica y el pensamiento propio para que "los recién llegados" elijan su esfera de actividad y participen activamente en la producción de la historia del mundo o, por el contrario, […] reproducir en forma ampliada las jerarquías intelectuales previamente existentes y la sumisión popular."[xi] Coincido en que el proceso socialista cubano es, y deberá seguir siendo, una revolución cultural radical, para garantía del fundamento que requiere el orden político socialista en su interacción con la sociedad. La corrupción, modo relacional tóxico, aprecia muchísimo una perspectiva abstracta del estado, las instituciones, y el poder. 

Al ignorar que estado, instituciones y poder son modos sociorrelacionales, los ciudadanos se sustraen de interactuar conscientemente con ellos, de su responsabilidad cultural, política, ética, y moral para con la transición socialista. Son hendijas abiertas, sirviendo de hospedero a la corrupción; a su control de las relaciones de poder entre las personas en reproducción, y utilizados como “mula” por el trapicheo de la economía sumergida –tersa metáfora. Aún, por “deficiencias de la socialización y la ausencia de debates en los medios en que se forma la opinión pública, la reasunción crítica del marxismo y los beneficios de sus desarrollos son consumidos por minorías. Como en otros terrenos se ha producido una división entre élites y masas en el consumo de los bienes culturales”[xii]; poniendo, peligrosamente, a la producción de pensamiento que soporta a la praxis política del proyecto, muy cerca de la malversación antintelectual; porque con la producción de pensamiento se pueden gestar grandes estafas. No por azar, quizás estemos “en una coyuntura crucial para el pensamiento y las ciencias sociales en Cuba […] caracterizado por una combinación de fortalezas extraordinarias y debilidades graves, […] existe un malestar sordo, relacionado con las carencias materiales y de servicios que se sufren [y se extienden] […] a una gama muy amplia y variada de deficiencias y situaciones que van resultando inaceptables. El poder político ha reafirmado su legitimidad y un consenso de mayorías, pero este está a la espera de medidas de cambio, que son ansiadas pero no constituyen materia de información ni de conocimiento[xiii] para, en consonancia con la reflexión de Fernando, “pensar el presente y el proyecto”, dilucidar mediante observación crítica y científicamente fundamentada, por cuánto tiempo, por ejemplo, el país debe continuar manteniéndose espacio (interno) de mercado en frontera –indiferenciado- donde, en puestos de venta del Barrio Chino, en Centro Habana se ofertaban, por rebaja –a comienzos del verano del 2009-, shorts y otras prendas de vestir para niños y adolescentes con la porno-marca “Play Boy” -¿¡- en producción deslocalizada; “leones” acaparen grandes cantidades de tal suministro minorista, y continúe su ciclo la reventa de “trapicosas” en función de la corrupción local –que hoy incluye al cuentapropismo, a pesar de las medidas legales tomadas al respecto-, que interpreta la legalidad socialista, al Estado y sus instituciones como abstracciones; lo que –además- es un acto de incultura supina.

Si la hegemonía socialista implica a su expansión cultural consensuada, colegimos que ésta requiere de praxis social pertinente, y de soporte teórico de pensamiento para esa praxis. El intento de una praxis social sin soporte teórico desde la producción de pensamiento, es un ejercicio de la estulticia. No hay expansión de la hegemonía (en praxis política) sin soporte teórico; es decir, producción de pensamiento. Porque así, el poder político iría dejando detrás al proyecto, con el peligro de convertirse en un modo de dominación. El aprendizaje social es cultural incluyendo a la descripción del modelo (sociedad), la acumulación histórica con la que se articula, y a la dilucidación praxiológica del poder político –su fundamento = cultura política-, que organiza a esa articulación de manera sistémica, en contexto histórico determinado. Cuando chirría algún eslabón del aprendizaje social en su debate amplio y ciudadano en democracia, la corrupción mete baza –incluso a través de los canales institucionales-, y lo distorsiona para su beneficio sociorrelacional. Entonces, “se trata de ser marxistas en la cultura, y no en la ignorancia […] ampliar cada vez más el número de personas que puedan definir qué es lo revolucionario […] de considerar la crítica como naturaleza de una cultura del socialismo […] ser ciudadanos, seres pensantes y actuantes […] preocuparnos por el color […] del futuro.”[xiv] 

Los valores son productos y prácticas sociales en la autoproducción subjetiva mediante aprendizaje social, y consensuados en la expansión de la hegemonía socialista. Se perfeccionan o deforman en dichos procesos. La porción de cartesianismo, heredada, y que separa a la acción de la reflexión[xv], es una hendija que, en una sociedad a contracorriente del capitalismo, ralentiza y simplifica hasta el suplicio cualquier proceso socio creativo, o crítico. Aprender a “pensar críticamente con cabeza propia” durante la acción, no es opción intelectiva, sino necesidad para la sobrevivencia en el siglo XXI; y recurso ineludible si queremos hacer polvo a la operatividad de la corrupción.

Es impostergable, que el socialismo persiga y logre sustentabilidad humana para su modelo de sociedad; pero, intolerante con desmesuras materiales y simbólicas, con la inequidad que dichas desmesuras generan, con la pseudo cultura de la corrupción, que se reserva un rol de eficiencia para inequidad, históricamente comprobado. La sabiduría que singularice a una cabeza dueña de equidad crítica, en su discernimiento durante interacciones sociales, es una pauta, que debemos levantar desde lo que nos resta de desigualdad social, pobreza material y signo-simbólica, hacia sustentabilidad en democracia por equidad críticamente inteligida; no divorciada de complicaciones que deberán solucionarse mediante participación ciudadana, efectiva y amplia dentro de prácticas democráticas socialistas, enemigas de aristois o meritocracias. Es necesario desmantelar articulaciones burguesas que entorpecen la voluntad política –no sólo institucional- al reajuste apremiante del sistema en la subjetivación del individuo, en sus conocimientos y necesidades dentro del orden político socialista, que asuma a la equidad como signo sociorrelacional con significación absolutamente divorciada de, y contraria a cualquier actitud interactiva con la corrupción. Experimentamos hoy, una transición, con fundamento cultural a por sujetos socialistas, con pensamiento crítico desde cabeza soberana, o no habrá sino recapitulación hacia continuidad de una relación histórica de dominio como la que implica la corrupción y su distorsión del aprendizaje social.

Si el ámbito laboral se reduce a “metas”, estrategias indiferenciadas, al burocratismo que paga salario sin utilidad social; o a la justificación del fraude. Si a las vidrieras (colmadas de pacotilla con origen deslocalizado), se las adora por valor de cambio abstracto. Si un rollo de papel sanitario no “es” trabajo acumulado sino acopio para rentismo parasitario, también abstracto; entonces la gente, se divorcia del ámbito donde interactúa con los otros, porque “tan pronto como el individuo [al des-subjetivarse] se libra de la responsabilidad de los productos que fabrica, también se ve libre de la responsabilidad de la suma total de los productos humanos... Esta es la fenomenología de la inmoralidad en la sociedad contemporánea que abarca desde la corrupción política hasta el delincuente juvenil que rompe los vidrios de las ventanas[xvi]. Los intereses sociales, se erigirán en base a la corrupción, modo relacional que define al Estado e instituciones como epifenómenos.

Está ocurriendo en la sociedad cubana actual posterior a la crisis y la reforma de los noventa que, ciertas interacciones y relaciones subjetivas, se expresan mediante "relaciones de poder", donde algunos sujetos se infieren mutuamente, desde valor abstracto de lo que posean en “propiedad”: armas, teléfonos celulares, casa, carro, dinero, joyas, conectividad a Internet, pasaporte con visa, ropa y calzado, razas de perros de guarda y custodia, empleo lucrativo o buena vida sin trabajar, y hasta origen burgués comprobable. La corrupción, complot de los fetiches en la guerra económica, se soporta en la cosificación de las interacciones intersubjetivas. No olvidemos que: "Cada individuo posee el poder social bajo la forma de una cosa. Arránquese a la cosa este poder social y habrá que otorgárselo a las personas sobre las personas."[xvii]




Notas.




[i] Roberto Veiga González. Roberto Veiga González. El desafío de re-articular los consensos. La Ventana. Entrevistas. Casa de las Américas. 19 de noviembre del 2008. www.casadelasamericas.cult.cu Pág. 6
[ii] Ver: Loïc Wacquant. El diseño de la seclusion urbana en el siglo XXI. Revista Herramienta N° 48.
[iii] Para ostentación que se pugna dentro de la corrupción –sobre todo urbana, citadina- no es lo mismo un inmueble en zona preferencial burguesa que su ubicación en espacios de acumulación excluyente. (Nota del autor).
[iv] Hemos hecho una reconfiguración de contenidos propuestos por el investigador húngaro, debido a lógicas diferencias entre la sociedad suya y la nuestra; y en función del análisis que nos ocupa... ref.: Hankiss, Elemér. La corrupción. Revista CRITERIOS. Nº 35. Cuarta Época. La Habana, 2006. Traducción: Desiderio Navarro. Págs.- 257-258. (Nota del autor)
[v] Beatriz Stolowicz. La izquierda, el gobierno y la política. Revista CAMINOS. Revista Cubana de Pensamiento Socioteológico. Nº 23. 2002. Pág. 65
[vi] Julio César Guanche. Entrevista a Fernando Martínez Heredia: El poder debe estar siempre al servicio del proyecto. La Ventana. 23 de enero del 2007. http://laventana.casa.cult.cu
[vii] Jorge Luís Acanda. Educación, Ciencias Sociales y Cambio Social. Evento: Educación popular y Alternativas Políticas en América latina. Centro Memorial Martin Luther King. 19-11-1998.  . 
[viii] Julio César Guanche. Entrevista a Fernando Martínez Heredia
[ix] Carlos Jesús Delgado Díaz. Revolución del saber, cambio social y vida cotidiana. Revista TEMAS: no. 52: 116-127, octubre-diciembre de 2007.La Habana. Cuba. Pág. 125.
[x] Néstor Kohan. Marx en su Tercer Mundo. Hacia un socialismo no colonizado. Primera edición: Buenos Aires, Biblos, 1998. Segunda edición (corregida y aumentada): La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana. 2003.  http://www.rebelion.org. Pág.50.
[xi]  Néstor Kohan. Marx en su Tercer Mundo. Pág.50.
[xii] Fernando Martínez Heredia. El ejercicio de pensar. EDT: ICIC Juan Marinello. La Habana, 2008.  Pág. 8
[xiii] Fernando Martínez Heredia. El ejercicio de pensar. Pág. 9
[xiv] Julio César Guanche. Sobre Las causas de las cosas, de Desiderio Navarro. En: La Ventana Contra la herejía. Lunes 9 de febrero del 2007. http://laventana.casa.cult.cu
[xv] Bourdieu repasa, al respecto que: "tenemos dificultades para pensar porque es intrínsecamente difícil pero también porque llevamos en nuestros espíritus, o nuestros habitus letrados, una idea muy particular de la reflexión, heredada de la tradición inaugurada por Descartes, una representación de la acción de reflexionar que excluye la posibilidad de reflexionar en la acción.". Bourdieu, Pierre. La dominación masculina. Pág. 52.
[xvi] E. Becker.: La estructura del mal. Un ensayo sobre la unificación de la ciencia del hombre, Fondo de cultura económica, México D. F., 1993, Págs.194-195.
[xvii] Carlos. Marx, Los Grundrisse, Tomo. I.   Pág. 85. En: Marx en su Tercer Mundo… (Kohan). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario