“Le señalas la luna a un tonto, y este se queda
mirando al dedo”.
Aforismo chino.
"Triste es que nos
quedemos callados, para que no me llamen tira piedra"
Hugo
Chávez Frías.
Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez
El fetichismo del modelo de sociedad y el orden
político angloestadounidense, activa referentes que pasan al imaginario de
cualquier sujeto que, perdido, persiga algún pasaje “americano”, depreciando a la cultura propia. Esta reacción mnésica
pugna por regir la cotidianidad fuera de la legalidad socialista. Señala Rafael
Hernández que la crisis en Cuba “que llamamos "Período Especial" ha
dejado una huella muy profunda en ese orden socialista, […] en la sociedad
cubana […] el socialismo no es únicamente una forma de organizar la economía y
la política; sino […] sobre todo, una forma de pensar, una cultura ciudadana,
un modo de las relaciones sociales y las conductas."[i]
Los interactuantes en las relaciones de corrupción
se subordinan a esos referentes, desde lo que surten e intercambian:
I. Bienes
materiales (incluye a las personas); espacios secluibles[ii]
en primera línea de playa o litorales urbanos en acopio de espacio físico para
beneficio privado; artículos (preferentemente importados o) comercializados en
frontera: alimentos para consumo humano; materiales de construcción, casas –su
asignación legal o malversada- y a la cualificación del espacio urbano que
éstas ocupen[iii]; automóviles –su asignación legal o malversación-
combustible y piezas de repuesto; moneda dura en su diversidad de
denominaciones y canjes; textiles, electrodomésticos, prendas de joyería en las
que incluimos los piercings. Obras y productos de las artes de determinados
autores y culturas; cuerpos más allá de su opción sexual –preferentemente
jóvenes- con determinada fenotipia y luciendo, también, cualificada apariencia
externa; hoteles resort; artículos de cosmética y perfumería,
empleomanía privada para trabajo doméstico y especializado ilegal; pasaportes,
visas, cuentas bancarias, tarjetas de crédito y remesas en dólares
estadounidenses.
II. Bienes
en servicios: (a malversar) comercializados o no en frontera: de
complementación al entretenimiento y el turismo; incluye viajes locales
preferentemente a sitios de recreación y descanso (no campismo popular,
hablamos desde el “tercer mundo”), y sobre todo al extranjero; construcción,
reparación y permuta de viviendas; transportación en frontera, o de mudanzas
–particular- con vehículos modernos –estatales malversados-; servicios de
provisión y consumo de combustible y energía eléctrica; servicios
personalizados de cura, cuidado o mantenimiento de la salud humana o para
animales afectivos; servicios religiosos en moneda
dura; servicios de mensajería (paquetería) local e internacional a
domicilio; servicios de Internet y correo electrónico en telefonía celular y
fija en moneda dura; servicios de
guarda y custodia privados; acceso a televisión satelital; servicios de comunicación
internacional malversado desde telefonía pública en moneda nacional. Servicios
sexuales y sus insumos. Aprendizaje de idiomas a erogar en moneda dura (sucursales en La Habana, de la Cambridge, Humboldt,
Madrid). Becas en el extranjero. Relaciones lucrativas de pareja o matrimonio
con extranjeros. Contratos de trabajo en el extranjero.
III. Permisos,
concesiones, beneficios sociales, reducciones de pago (a malversar): Acceso al sistema de
bienestar social (Ej.: los mejores asilos para ancianos y discapacitados).
Cartilla de racionamiento –libreta de abastecimientos, en Cuba-, reducción de
pago por consumo de energía eléctrica, licencias de trabajo por cuenta propia,
permisos de construcción, compra de reducciones impositivas, créditos,
preferencias en escalafón dentro del mercado laboral en empleos lucrativos, evaluaciones
académicas, viajes de trabajo al extranjero, instalaciones vacacionales por
asignación sindical (en Cuba), concesiones a la exportación-importación
comerciales, licencia de conducción.
IV. Posiciones
sociales: empleos en lugares lucrativos o de autoridad social, estudios
superiores terminados en carreras que aporten movilidad profesional, distinción
social, alto peculio salarial y bienes materiales y simbólicos. Ostentación de
alto estatus social y material, comprobado o inferido de la familia.
V. Formas
de comportamiento: obediencia, lealtad personalizados (corporativismo);
influencia profesional, política, de clase, racial, de género u opción sexual;
cultivo de círculo de amigos personales
para favores íntimos e influencia profesional, ideológica o vecinal;
visibilidad pública en espacios calificados como de “poder”.
VI. Condiciones
de vida humana: Inexistencia de amenaza personal por inmunidad
multipropósito; sensación efectiva de seguridad material y psicológica;
libertades públicas (privatizadas); lejanía (mejor que cercanía) de zona de
vulnerabilidad social, y posibilidades reales fuera (mejor que dentro) de
esa zona.[iv]
La corrupción tendrá que ser combatida dentro del
socialismo mientras el capitalismo se mantenga como orden político y fundamento
cultural hegemónicos. Stolowicz, lo confirma al enunciar que: "La
corrupción y la impunidad son dos caras de la misma moneda […]. El capitalismo transnacionlizado
requiere doblegar los valores que «humanizan a la humanidad»."[v]. La impunidad para la corrupción tercia a toda la
sociedad.
La corrupción padece aguda obsesión hacia el
presente; su adicción al acopio desde y hacia el mercado negro tiene
implicaciones culturales muy graves, con secuelas a largo plazo contra
sistematicidad socialista. Descansa en fetichismo consumista, que “mueve” a las
personas a velocidad psicológica sideral, impuesta por la sustitución hiperkinética
de signos, significaciones y planos imaginarios que impone el fundamento
burgués mundializado. El granero al que constantemente asalta no es el de esa
burguesía, sino el de la propia sociedad (bolsillo estatal) en antagonismo con
ese fundamento. Hurtarle a la sistémica socialista para vestir a un fetiche
puede dejar sin neuronas al más pinto. Esa intención está mutilada por la casi
nula legitimidad que la sociedad le profesa. El extravío de valores importantes
deformados, o en proceso de rescate en medio de una crisis y su reforma, impone
el “casi” -en el caso de Cuba. La corrupción como relación social
tóxica, tributa a la acumulación parasitaria del capitalismo no ya capital,
sino niveles de agresión a la sistematicidad socialista que sirven a los
intereses del orden político estadounidense.
La voracidad en el acopio y la malversación, es la
preeminencia adictiva de ese modo sociorrelacional que erosiona el equilibrio
de la legalidad socialista. El sentido común desde la relación corrupción, infiere que cuando escasee algo aunque no se
necesite se consiga de cualquier manera –escasez provocada por la misma
subversión interna, en el caso de Venezuela bolivariana-; su intencionalidad
ética es nula e impulsiva. Resuelto el “problema”, se consume (aun si
innecesario), gasta y deprecia, comenzando nuevamente el ciclo para desmarcarse
de la legalidad.
La cultura política socialista admite que la
productividad laboral para la distribución equitativa, es compleja, ardua; pero,
en tanto socialización productiva de la decencia, lleva intencionalidad
indispensable para evadir los desajustes de la inequidad. “¿Cómo se aplica eso
a una sociedad en transición socialista? El dominio sobre la reproducción de
las ideas […] la correspondencia de las ideas rectoras con el nivel que alcanza
la reproducción de la vida social es totalmente insuficiente en la transición
socialista, porque ella es un proceso intencional que está obligado a irse por
encima de sus condiciones materiales de existencia (es la relación que debe
existir entre el poder y el proyecto –socialista-) […] El poder debe estar siempre al servicio del proyecto […] lo anterior
encierra todo el programa de un poder revolucionario en transición de tipo
socialista […] sólo un inmenso poder es capaz de sobrevivir y de avanzar frente
al capitalismo en las condiciones actuales. […] El poder revolucionario debe ejercerse sobre un conjunto amplísimo de
campos de la vida social y de su reproducción ideal y material.”[vi]
La intencionalidad de la relación corrupción,
pretende a la sociedad cubana o a la venezolana “cautivas” por tiempo indefinido,
dentro del marasmo de una crisis y su reforma, de desajustes que trae el
conflicto monetario, la insustentabilidad productiva, la devaluación del
trabajo honrado para solucionar el sentido de las interacciones, es decir, en un eterno atasco. Pero las
sociedades son sistémico-relacionales, cambian constantemente, sólo que tales
cambios debemos regirlos con intencionalidad política y fundamento cultural
socialistas. Acanda nos alerta que la: “burguesía desarrolla su proceso de
cambio social conservando la dominación, la asimetría de las relaciones
sociales intersubjetivas, y desarrollando hasta el paroxismo el proceso de
objetualización o cosificación”.[vii]
La corrupción, modo relacional tóxico, vive a costas
de las coyunturas difíciles en la transición socialista. Será la
intencionalidad crítica de las ideas socialistas dominantes lo que desde praxis
política nos compulse a rebasar dichas coyunturas sin demasiados queloides en el cuerpo social. La
corrupción se sustenta en un limbo ideológico creado por las crisis; la
sistematicidad social no soporta limbos por mucho tiempo; tampoco los sujetos,
entonces, las “ideas deben realizar varias tareas a la vez, […] ser capaces de
reproducir el orden vigente de cuestionarlo y de ayudar a revolucionarlo, […]
este no puede existir sin revolucionarse
a sí mismo una y otras vez [para] […] ayudar
a crear firmeza de convicciones, capacidad de sacrificio, de disciplina,
[…] y al mismo tiempo deben ser capaces de crear rebeldía,
criterio propio, pensamiento realmente independiente en la ciudadanía”[viii], capaz de avanzar en contexto histórico de plaza
sitiada. La sociedad cubana, por ejemplo, está en transición socialista; es un
cambio radical, y no indoloro.
El ámbito de interacción subjetiva debe ser mucho
más amplio e inclusivo como debate contrahegemónico, más democrático y menos
autoritario, más culto y menos antintelectual; tras el autoritarismo en las interacciones, se oculta un estrato que
mantiene su cofradía tácita contra el control y la autoridad popular por parte
de la ciudadanía. Las complejas condiciones de una transición
socialista, sobre todo durante las crisis, permiten que un mismo sujeto, pueda
pasar de consciente que, en mayoría, reclama a los burócratas venales, a parte
eventual de esa misma burocracia. Se hace cada vez más arduo que prevalezca
(estimulada) la utilidad de la virtud martiana, bolivariana. Delgado Díaz nos
lo alerta cuando escribe: “Lo grave del fenómeno […] [de] la corrupción [...]
radica en los vínculos de ella con formas de auto-organización social que, en
las condiciones de […] crisis, […] han contribuido a la sobrevivencia de la
población y se han incorporado a su vida cotidiana como redes estables de
relaciones alternativas”.[ix]
En estos procesos los individuos asumen la
subordinación a una asimetría impuesta por determinados estratos sociales, que
supuestamente o no, están por encima de la mayoría; tales pertenencias suelen
ser circunstanciales, también, en dependencia del nivel de impunidad y lucro
que propicien. Con –la casi única- excepción de las remesas en divisas desde el
extranjero, el monto financiero, material y simbólico que aún se mueve en zona
ilegal, puede provenir de las arcas y recursos del Estado. Esta forma de desvío
hace mucho que integra a una totalidad sistémica al margen de consensos
políticos y el pacto social asumidos desde legalidad socialista. Dilucidamos a esta
sistémica marginal: espacio real y simbólico, donde los individuos se
subjetivan, subordinados a diferencias “naturalizadas” que procuran
invisibilizar al otro, para sustituirlo por "algo" que se le pueda
sustraer, expropiar, para beneficio propio.
Se le presta insuficiente atención a la producción
social de signos, a la semiosis, como herramienta para la organización y
control de la sistémica social en procesos de cambio radical.
Las relaciones subjetivas, están mediadas, por
signos que integran, a su vez, a una semiosis que debe su razón a un contexto
histórico determinado; y a un orden político para administración social también
históricamente determinado. Si hay desajustes éticos en tales procesos, la
semiosis a intercambiar moverá intelección y orden social definidos por la
subjetivación con las "cosas" en la producción de realidad;
sustituyendo a la autoproducción subjetiva. El concepto de propiedad
deja de ser categoría para interacción subjetiva y se convierte en modo, no
sólo de interactuar con los objetos, también de sustituir al sujeto por el
objeto mismo. Entonces, los individuos interactúan con las “cosas” y no con los
sujetos para significar, crear, reconocer e intercambiar lo material. La
excesiva atención que se presta a la depreciación del otro, por falta de
correspondencia al mismo estrato o clase, lo evidencia. Sería improbable
malversar (que exista corrupción) sin subvalorar y controlar a otros al tener,
de sobra, en propiedad privada mediante rentismo improductivo, lo que a esos
otros les falta; incluyendo al “poder”.
Las diferencias son consensuadas, dependiendo de la
producción social de signos para organizar y controlar. En una revolución
radical está implícito un cambio, también, de producción social de signos y sus
significaciones; no es posible la materialización de los objetivos de una
revolución socialista radical, sin el proceso anterior cuyo fundamento es
cultural, aun cuando su aplicación sea política –cultura política. ¿Cómo se
expresa desde la crisis y la reforma de los noventa, en Cuba, por ejemplo?
Mediante conflictos por (entre otros) insuficiencia de una crítica,
democrática, culta y popular en la participación socialista. Partimos de que la
corrupción es subversión interactiva del orden político socialista y de su
hegemonía.
El poder pertinente al proyecto socialista se
soporta en el consenso democrático, en expansión, de una hegemonía cultural. Cuando ésta se lacera lo sufre el poder
acumulado, consensuado, y el proyecto comienza a peligrar. Kohan comenta
que: "Uno de los problemas históricos más importantes que toda cultura,
filosofía y concepción del mundo debe afrontar es el modo en que se hace
masiva, se socializa, […] disputa la hegemonía en el seno del sentido común
[...] El momento en que la filosofía
deviene política"[x]. Ese proceso tuvo su comienzo, para la sociedad
socialista cubana, en la década de los sesenta, para el cambio radical en la
producción de realidad y autoproducción de subjetividad. Tenemos en cuenta que
este proceso “puede alentar la crítica y el pensamiento propio para que
"los recién llegados" elijan su esfera de actividad y participen
activamente en la producción de la historia del mundo o, por el contrario, […]
reproducir en forma ampliada las jerarquías intelectuales previamente
existentes y la sumisión popular."[xi] Coincido en que el proceso socialista cubano es, y
deberá seguir siendo, una revolución
cultural radical, para garantía del fundamento que requiere el orden
político socialista en su interacción con la sociedad. La corrupción,
modo relacional tóxico, aprecia muchísimo una perspectiva abstracta del estado, las instituciones, y el poder.
Al ignorar que estado, instituciones y poder son
modos sociorrelacionales, los ciudadanos se sustraen de interactuar conscientemente
con ellos, de su responsabilidad cultural, política, ética, y moral para con la
transición socialista. Son hendijas abiertas, sirviendo de hospedero a la
corrupción; a su control de las relaciones de poder entre las personas
en reproducción, y utilizados como “mula” por el trapicheo de la economía
sumergida –tersa metáfora. Aún, por “deficiencias
de la socialización y la ausencia de debates en los medios en que se forma la
opinión pública, la reasunción crítica del marxismo y los beneficios de sus
desarrollos son consumidos por minorías. Como en otros terrenos se ha
producido una división entre élites y masas en el consumo de los bienes
culturales”[xii]; poniendo, peligrosamente, a la producción de
pensamiento que soporta a la praxis política del proyecto, muy cerca de la malversación
antintelectual; porque con la producción de pensamiento se pueden gestar
grandes estafas. No por azar, quizás estemos “en una coyuntura crucial para el
pensamiento y las ciencias sociales en Cuba […] caracterizado por una
combinación de fortalezas extraordinarias y debilidades graves, […] existe un
malestar sordo, relacionado con las carencias materiales y de servicios que se
sufren [y se extienden] […] a una gama muy amplia y variada de deficiencias y
situaciones que van resultando inaceptables. El poder político ha reafirmado su legitimidad y un consenso de
mayorías, pero este está a la espera de medidas de cambio, que son ansiadas
pero no constituyen materia de información ni de conocimiento”[xiii] para, en consonancia con la reflexión de Fernando,
“pensar el presente y el proyecto”, dilucidar mediante observación crítica y
científicamente fundamentada, por cuánto tiempo, por ejemplo, el país debe
continuar manteniéndose espacio (interno) de mercado en frontera
–indiferenciado- donde, en puestos de venta del Barrio Chino, en Centro Habana
se ofertaban, por rebaja –a comienzos del verano del 2009-, shorts y otras
prendas de vestir para niños y adolescentes con la porno-marca “Play Boy” -¿¡-
en producción deslocalizada; “leones” acaparen grandes cantidades de tal
suministro minorista, y continúe su ciclo la reventa de “trapicosas” en
función de la corrupción local –que hoy incluye al cuentapropismo, a
pesar de las medidas legales tomadas al respecto-, que interpreta la legalidad
socialista, al Estado y sus instituciones como abstracciones; lo que –además-
es un acto de incultura supina.
Si la hegemonía socialista implica a su expansión
cultural consensuada, colegimos que ésta requiere de praxis social pertinente,
y de soporte teórico de pensamiento para esa praxis. El intento de una praxis social
sin soporte teórico desde la producción de pensamiento, es un ejercicio de la estulticia.
No hay expansión de la hegemonía (en praxis política) sin soporte teórico; es
decir, producción de pensamiento. Porque así,
el poder político iría dejando detrás al proyecto, con el peligro
de convertirse en un modo de dominación. El aprendizaje social es cultural
incluyendo a la descripción del modelo (sociedad), la acumulación
histórica con la que se articula, y a la dilucidación praxiológica del poder
político –su fundamento = cultura política-, que organiza a esa
articulación de manera sistémica, en contexto histórico determinado. Cuando
chirría algún eslabón del aprendizaje social en su debate amplio y ciudadano en
democracia, la corrupción mete baza –incluso a través de los canales
institucionales-, y lo distorsiona para su beneficio sociorrelacional.
Entonces, “se trata de ser marxistas en
la cultura, y no en la ignorancia […] ampliar
cada vez más el número de personas que puedan definir qué es lo revolucionario
[…] de considerar la crítica como
naturaleza de una cultura del socialismo […] ser ciudadanos, seres
pensantes y actuantes […] preocuparnos por el color […] del futuro.”[xiv]
Los valores son productos y prácticas
sociales en la autoproducción subjetiva mediante aprendizaje social, y
consensuados en la expansión de la hegemonía socialista. Se perfeccionan o
deforman en dichos procesos. La porción de cartesianismo, heredada, y que
separa a la acción de la reflexión[xv], es una hendija que, en una sociedad a
contracorriente del capitalismo, ralentiza y simplifica hasta el suplicio
cualquier proceso socio creativo, o crítico. Aprender a “pensar críticamente con cabeza propia” durante la
acción, no es opción intelectiva, sino necesidad para la sobrevivencia en el
siglo XXI; y recurso ineludible si queremos hacer polvo a la operatividad de la
corrupción.
Es impostergable, que el socialismo persiga y logre
sustentabilidad humana para su modelo de sociedad; pero, intolerante con
desmesuras materiales y simbólicas, con la inequidad que dichas desmesuras
generan, con la pseudo cultura de la corrupción, que se reserva un rol
de eficiencia para inequidad, históricamente comprobado. La sabiduría que
singularice a una cabeza dueña de equidad crítica, en su discernimiento durante
interacciones sociales, es una pauta, que debemos levantar desde lo que nos
resta de desigualdad social, pobreza material y signo-simbólica, hacia sustentabilidad
en democracia por equidad críticamente inteligida; no divorciada de
complicaciones que deberán solucionarse mediante participación ciudadana,
efectiva y amplia dentro de prácticas democráticas socialistas, enemigas de aristois o meritocracias. Es necesario desmantelar articulaciones burguesas que entorpecen la
voluntad política –no sólo institucional- al reajuste apremiante del sistema en
la subjetivación del individuo, en sus conocimientos y necesidades dentro del orden
político socialista, que asuma a la equidad como signo sociorrelacional con
significación absolutamente divorciada de, y contraria a cualquier actitud
interactiva con la corrupción. Experimentamos hoy, una transición,
con fundamento cultural a por sujetos socialistas, con pensamiento
crítico desde cabeza soberana, o no
habrá sino recapitulación hacia continuidad de una relación histórica de
dominio como la que implica la corrupción y su distorsión del aprendizaje
social.
Si el ámbito laboral se reduce a “metas”,
estrategias indiferenciadas, al burocratismo que paga salario sin utilidad
social; o a la justificación del fraude. Si a las vidrieras (colmadas de pacotilla con origen deslocalizado), se
las adora por valor de cambio abstracto.
Si un rollo de papel sanitario no “es” trabajo acumulado sino acopio para
rentismo parasitario, también abstracto; entonces la gente, se divorcia del
ámbito donde interactúa con los otros, porque “tan pronto como el individuo [al
des-subjetivarse] se libra de la responsabilidad de los productos que fabrica,
también se ve libre de la responsabilidad de la suma total de los productos
humanos... Esta es la fenomenología de
la inmoralidad en la sociedad contemporánea que abarca desde la corrupción
política hasta el delincuente juvenil que rompe los vidrios de las ventanas”[xvi]. Los intereses sociales, se erigirán en base a la
corrupción, modo relacional que define al Estado e instituciones como
epifenómenos.
Está ocurriendo en la sociedad cubana actual posterior
a la crisis y la reforma de los noventa que, ciertas interacciones y relaciones
subjetivas, se expresan mediante "relaciones de poder", donde
algunos sujetos se infieren mutuamente, desde valor abstracto de lo que posean
en “propiedad”: armas, teléfonos celulares, casa, carro, dinero, joyas, conectividad
a Internet, pasaporte con visa, ropa y calzado, razas de perros de guarda y
custodia, empleo lucrativo o buena vida sin trabajar, y hasta origen burgués
comprobable. La corrupción, complot de los
fetiches en la guerra económica, se soporta en la cosificación de las
interacciones intersubjetivas. No olvidemos que: "Cada individuo posee el poder social bajo la forma de una cosa.
Arránquese a la cosa este poder social y habrá que otorgárselo a las personas
sobre las personas."[xvii]
Notas.
[i] Roberto
Veiga González. Roberto Veiga González. El desafío de re-articular
los consensos. La Ventana. Entrevistas. Casa de las Américas. 19 de noviembre
del 2008. www.casadelasamericas.cult.cu Pág. 6
[ii]
Ver: Loïc
Wacquant. El diseño de la seclusion urbana en el siglo XXI. Revista
Herramienta N° 48.
[iii] Para
ostentación que se pugna dentro de la corrupción –sobre todo urbana, citadina-
no es lo mismo un inmueble en zona preferencial burguesa que su ubicación en
espacios de acumulación excluyente. (Nota del autor).
[iv] Hemos
hecho una reconfiguración de contenidos propuestos por el investigador húngaro,
debido a lógicas diferencias entre la sociedad suya y la nuestra; y en función
del análisis que nos ocupa... ref.: Hankiss, Elemér. La corrupción.
Revista CRITERIOS. Nº 35. Cuarta Época. La Habana, 2006. Traducción: Desiderio
Navarro. Págs.- 257-258. (Nota del autor)
[v] Beatriz
Stolowicz. La izquierda, el gobierno y la política. Revista CAMINOS.
Revista Cubana de Pensamiento Socioteológico. Nº 23. 2002. Pág. 65
[vi] Julio
César Guanche. Entrevista a Fernando Martínez Heredia: El poder debe estar
siempre al servicio del proyecto. La Ventana. 23 de enero del 2007. http://laventana.casa.cult.cu.
[vii] Jorge
Luís Acanda. Educación, Ciencias Sociales y Cambio Social. Evento:
Educación popular y Alternativas Políticas en América latina. Centro Memorial
Martin Luther King. 19-11-1998. .
[ix] Carlos
Jesús Delgado Díaz. Revolución del saber, cambio social y vida cotidiana.
Revista TEMAS: no. 52: 116-127, octubre-diciembre de 2007.La Habana. Cuba. Pág.
125.
[x] Néstor
Kohan. Marx en su Tercer Mundo. Hacia un socialismo no colonizado. Primera
edición: Buenos Aires, Biblos, 1998. Segunda edición (corregida y aumentada):
La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan
Marinello, La Habana. 2003. http://www.rebelion.org. Pág.50.
[xi] Néstor Kohan. Marx en su Tercer Mundo. Pág.50.
[xii] Fernando
Martínez Heredia. El ejercicio de pensar. EDT: ICIC Juan Marinello. La
Habana, 2008. Pág. 8
[xiii] Fernando Martínez Heredia. El ejercicio de pensar.
Pág. 9
[xiv] Julio
César Guanche. Sobre Las causas de las cosas, de Desiderio Navarro. En: La
Ventana Contra la herejía. Lunes 9 de febrero del 2007. http://laventana.casa.cult.cu.
[xv] Bourdieu
repasa, al respecto que: "tenemos dificultades para pensar porque es
intrínsecamente difícil pero también porque llevamos en nuestros espíritus, o
nuestros habitus letrados, una idea
muy particular de la reflexión, heredada de la tradición inaugurada por
Descartes, una representación de la acción de reflexionar que excluye la
posibilidad de reflexionar en la acción.". Bourdieu, Pierre. La
dominación masculina. Pág. 52.
[xvi] E.
Becker.: La estructura del mal. Un ensayo sobre la unificación de la
ciencia del hombre, Fondo de cultura económica, México D. F., 1993,
Págs.194-195.
[xvii] Carlos.
Marx, Los Grundrisse, Tomo. I. Pág.
85. En: Marx en su Tercer Mundo… (Kohan).
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