martes, 3 de septiembre de 2013

La producción (global) de “dreamers” [1] a un tris de mutar en una versión macabra de madera.

Vuelve a sonar la guarura desde el litoral oeste de la Habana revolucionaria, socialista y chavista... 

                        Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez



“Eran perfectos [...] sin defectos. [...] Pero [...] solo eran capaces de hablar palabras vacías. Hablaban pero no decían. Según la tradición de los [...] Mayas esos hombres y mujeres de madera fueron todos exterminados. Los Dioses se arrepintieron del error cometido y [...] acabaron con los hombres y con las mujeres de madera [...] no quiero faltarle el respeto a la tradición americana más antigua, pero me parece que en eso se equivoca. Los hombres y las mujeres de  madera están lamentablemente vivos todavía y son [se creen] los Amos del mundo.”
Eduardo Galeano.
La actual hegemonía capitalista es una empresa transnacional que se fundó con la apariencia de una república federada, es una cultura ¿nacional? mundializada como si la promoción de una empresa monopólica conque triturar personas. Teniendo en cuenta mi solidaridad sincera con las víctimas de las manipulaciones migratorias, y precisamente por eso, cuando veo a los jóvenes estudiantes latinoamericanos y caribeños: venezolanos, nicaragüenses, bolivianos, ecuatorianos, beliceños, haitianos, surinameses y de otros países estudiando medicina u otras carreras en Cuba o en Venezuela para después regresar a sus lugares de origen y luchar contra las condiciones que gestan los procesos migratorios, sobre todo hacia Estados Unidos; aun si puede dar la impresión de parcialización, pienso en los “dreamers” con cierta inquietud que puede traducirse en recelo:

“Los hijos de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos siendo niños se enfrentan a la imposibilidad de regularizar su situación migratoria o de realizar estudios superiores. Se llaman dreamers, son activistas y no tienen miedo de ser arrestados." [2]

Un porciento no despreciable de los soldados del ejército angloestadounidense extendido por el mundo a través de una guerra infinita que se eslabona mediante agresiones que provocan genocidios, o el desequilibrio de países y pueblos ante la coacción del terror que implican los desplazamientos globales de esa fuerza bélica, son dreamers, que buscan desesperadamente ser admitidos como ciudadanos norteamericanos, a través de jugarse la vida y amenazar a la de otros (inocentes). Se ven precisados a matar para tener acceso al documento y a las universidades yanquis. El reclamo es justo; pero como esfuerzo por pertenecer al sistema capitalista sin la intención de desmantelarlo, corre el riesgo de convertirse en pieza de su maquinaria de moler personas. Mientras más humilde sea la procedencia más probabilidades existen de que termine optando por la ciudadanía sirviendo en el ejército angloestadounidense. Para sentarse, relajado, en un parque neoyorquino, asistir normalmente a clases, o zamparse una hamburguesa de dios sabe qué y bajarla con veneno Coca Cola (ni hablar de derechos civiles o atención médica) la mayoría de las veces hay que salir a matar en nombre de esa trasnacional.

Alguien puede argumentar que eso es relativo o estoy exagerando, pero muchos conocidos que pasaron por aquí, incluso ciudadanos norteamericanos nacidos allí, para optar por una beca universitaria o un programa de atención médica primaria, tuvieron que servir como herramientas bélicas. Y casi siempre –o siempre- contra nosotros que vivimos afuera de allí y no aspiramos a una tarjeta verde. La revolución cubana, la bolivariana chavista, la revolución ciudadana ecuatoriana o la indígena boliviana están colimadas por ese ejército con soldados de madera, que cuando salen de operaciones hablan poco o no se entiende lo que dicen; aunque asesinan con lo que hacen. La primera imagen con la que tropieza un dreamer a la hora de reclamar son:

"Treinta agentes de la policía antimotines de Phoenix [desplegados en formación] frente a una preparatoria. Eran las seis de la tarde del 20 de marzo de 2012 y el sol se empezaba a ocultar. Después de diez minutos de permanecer parados, esperando instrucciones, dieron un primer paso hacia los manifestantes al otro lado de la calle. El sonido de sus botas en el suelo hizo que todo lo demás quedara en silencio. No era un sonido constante ni rítmico. Era un único “¡pras!” provocado por los pasos, uno a la vez, de los uniformados que avanzaban firmes, con la vista al frente. Llevaban chaleco antibalas, macana, esposas. ¡Pras! Dos minutos sin moverse, silencio; otro paso. ¡Pras! Cascos, protectores para el rostro, guantes, ¡Pras! Cartuchos, arma de fuego, ¡pras!" [3]

Es la imagen clásica de una formación de combate, avanzando a tenor de la expansión continua e inevitable del sistema capitalista; o se une usted a esa formación o se las verá con la maquinaria represiva de vapulear y matar personas, que solo habla en inglés “americano”. Sobre todo si de inmigrantes indocumentados o ilegales se trata. Alim advierte que:

“la lengua inglesa sólo califica de ilegales a los objetos inanimados y las acciones; por lo tanto, el uso del binomio “inmigrantes ilegales” para referirse a seres humanos los deshumaniza. [...] El lenguaje peyorativo [...] puede tener consecuencias en la vida real, [...] [por] la coincidencia entre el uso cada vez más frecuente del apelativo “inmigrantes ilegales” y el incremento de los crímenes motivados por el odio. [...] Cuando a alguien se lo describe repetidamente como algo, el lenguaje prepara silenciosamente el terreno para la acción violenta." [4]

A pesar de la historia de las luchas sociales en Estados Unidos, por los derechos civiles y humanos, contra las guerras de agresión, o contra las políticas racistas, homofóbicas, contra las mujeres o los trabajadores inmigrantes (ilegales) o no, el caso de los dreamers resulta un poco más complicado; es víctima de la amnesia histórica de la política expansiva angloestadounidense que le usurpó más de la mitad de su territorio original a México e hizo de esa mitad y de la población que quedó de aquel lado zona y gentes culturalmente en espacio de “nadie”, o extraños dentro de su propia tierra, también obligados a jugarse el pellejo por el sistema empresarial mundializado para aspirar a ser un ciudadano “real” o “legal” del sistema. Los dreamers caen en esa zona de “nadie” controlada por la añeja transnacional como su propiedad privada. Es un contrasentido nadar en contra de la corriente para tener derecho a seguir el curso de sus aguas:

“los actos de resistencia que organizan jóvenes indocumentados, el posible resultado es de una naturaleza distinta: los detenidos podrían no terminar en la cárcel, sino en una ciudad fronteriza de México como parte de un proceso de deportación. Lo que está en juego no es sólo la libertad, sino todo lo que la mayoría de ellos conoce, la permanencia en el único lugar que los ha visto crecer […] para regularizar su situación. “Te piden que sigas estudiando una carrera o que entres a las fuerzas armadas para tener derecho a una residencia. ¿Y si no quiero seguir estudiando? ¿Y si sólo quiero trabajar, o ser artista? ¿Valgo menos como ciudadano que el que tiene una vida ‘perfecta’ y pasa años en la universidad?””[5]

En una etapa de expansión imperialista, cuando Libia fue espacio de genocidio por parte de “libios” con armas yanquis, Siria es agredida y está sujeta a una guerra civil inventada por ese mismo imperialismo que, para quitarle su petróleo, utiliza mercenarios “sirios”. Afganistán aún sigue ocupada por la OTAN bajo el mando angloestadounidense; Venezuela es amenazada por un anillo compuesto por bases militares (sobre todo en territorio de Colombia) angloestadounidense y una oligarquía (ultraderecha mercenaria) compuesta por lambiscones de ese imperialismo. Cuba continúa bloqueada por, y padece en su territorio a una base militar angloestadounidense realmente ilegal, mientras junto a Venezuela forma médicos también angloestadounidenses que ayuden a mitigar la miseria y la desigualdad atorrante de esa “libertad”, el reclamo de los dreamers, aun si justo, resulta preocupante. Y ya estoy cavilando acerca de cuántos de esos dreamers integrarían el ejército de una futura invasión yanqui a Siria; o cuántos preparados y dispuestos a alistarse en una invasión contra Venezuela bolivariana y chavista, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua o a cualquier otro sitio del planeta por una tarjeta verde. ¿Cuándo podremos detener la proliferación de hombres y mujeres de “madera”? Me solidarizo con los dreamers; pero preocupa y ocupa mucho más la gente inocente a sacrificar persiguiendo un documento de ciudadanía angloestadounidense.


Desde el litoral oeste de La Habana revolucionaria, socialista, bolivariana y chavista.
02/09/2013 







[1] Ver: Eileen Truax. Nace la desobediencia de los dreamers. Desinformémonos.
[2] Eileen Truax. Nace la desobediencia de los dreamers...
[3] Eileen Truax. Nace la desobediencia de los dreamers...
[4] H. Samy Alim. ¿Y si ocupásemos el lenguaje? Rebelión. 05-01-2012. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=142407
[5] Eileen Truax. Nace la desobediencia de los dreamers...

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