jueves, 22 de agosto de 2013

Votar por obligación o por convicción

                                                                                          Por Yuri Valecillo

He votado y no lo hago disciplinadamente y tampoco por tener un espacio laboral, lo hago por creer que es un método menos primitivo de dirimir diferencias, establecer acuerdos políticos, darles participación a las comunidades y a las personas en las cuestiones de interés público.

Pero votar y no elegir dentro de lo que llamamos izquierda es un drama verdadero. La imposición a que fuimos sometidos como militantes, amigos, simpatizantes de una propuesta política es no sólo difícil de digerir, también es difícil de defender… ¿cómo defender cuando no fuimos tomados en cuenta en ninguna instancia para tomar decir tal o cual persona será el alcalde, alcaldesa?

¿Cómo podemos hablar de participación popular o de candidatos del pueblo si el pueblo nunca fue consultado a la hora de elegir a sus “representantes”? Y es que yo soy uno de los que se comió el cuento, que espero no sea de lo “participativo y protagónico”. La izquierda y las izquierdas son un comportamiento de avanzada frente a una sociedad que tiene ingredientes de atraso político, social, humano, administrativo: la participación popular en la toma de decisiones y el avance social y político.

La derecha es lo retrógrada, asume la condición de sumisión ante el poder, la defensa de la intolerancia, la creencia en castas privilegiadas.

La militancia de izquierda debería ser otra cosa, debería saber actuar con sapiencia y convicción antes que en la imposición. Casos sobran. Para mí sería imposible votar por Pedro Carreño. Y no es porque estudió −según su biografía− “Post-grado en Marketing Político (Universidad Internacional de Florida, Miami). (Lo tomo de http://pedrocarreno.psuv.org.ve/biografia/#.UhYT89LUeZI Esto para evitar suspicacias, y  es que las personas tienen derecho a estudiar donde crean conveniente hacerlo, según su convicción y creencias). Lo terrible es que su discurso crónico, cotidiano, permanente lo coloca en otra acera y no en la de enfrente, no en una acera paralela que no tiene que ver nada con lo que defiendo y creo, y es que sus palabras en la asamblea nacional fueron el argumento para fusilar, entre otros, al Poeta García Lorca.

Quien no lo tome en cuenta sería no tan sensato. Y es que considerar que se pueden tomar acciones tan importantes sin consultar a las bases es simplemente poco gentil, por decir lo menos la cooptación o el dedazo o el dedo flamígero de la dirección que señala quién puede y quién no puede ser candidato. ¡Esto se parece tanto a lo conocido como “roscas” en el pasado! Sí, roscas donde un grupo de personas se intercambiaban los lugares de manera permanente para conservar privilegios o detentar el poder.

Contra las roscas siempre luchamos y la batalla continua. La incorporación o la participación de los hombres y mujeres de izquierda va más allá del simple hecho de emitir un voto. ¡Eso suena tan IV republicano! Aquello de vota y decide. Nada más lejos: votar no es decidir, ya decidieron otros. El voto, en todo caso, validará la decisión de las roscas partidarias, sean de la tendencia que quieran.
Pero en la derecha eso siempre fue así y se comprende por su propio sentido de existencia, pero tiene otra razón de ser la existencia de la izquierda o de las izquierdas, ese espectro muy grande que no sólo vota, y que entre otras cosas lucha por la defensa del medio ambiente,  el derecho al disfrute, por la reducción de la jornada laboral,  los pueblos y naciones originarias,  los derechos de la mujer,  las luchas de género, la defensa y respeto de la minorías sexuales, la laicidad, la libertad religiosa, la televisión pública, el control obrero entre otras batallas que se siguen librando.

El voto pasa y aunque importante, todavía es tiempo de hacer de la participación popular y no del marketing político la palanca, la catapulta de nuestras propuestas. No me enloquece votar, ni me como el cuento que es la única forma de decidir. La lucha de los pueblos va más allá, y lo que hasta ahora es cierto es que la izquierda históricamente procura el diálogo, la participación, el convencimiento y la necesidad de discusión y análisis para decidir.

No he decidido si votar o no hacerlo, y es que esto de que se imponga, de que se elija por nosotros, de que se quiera aplicar aquello de la COLLOCRACIA, es grave; no puede ser que una voz o cien voces que exijan congruencia sean vistas como sospechosas, como culpables de lo que se ve venir. Los métodos para elegir y tener candidatos no se parecen en nada a lo que hemos venido defendiendo desde hace años.
Asumir la vida es siempre un acto de riesgo, cada paso es difícil; pero desde que los seres humanos comenzamos a estar de pie, entendimos que siempre existirán caminos que tomar y veredas que recorrer a veces solos y a veces con multitudes. 


No me importa que sea artista o deportista el candidato, lo que me preocupa y no me agrada es la imposición de candidatos. Fuera de toda norma democrática.

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