lunes, 29 de julio de 2013

De la fajazón entre el rentismo capitalista y quienes ¿viven? del rentismo.

Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez


“El área imperial del sistema se degrada y al mismo tiempo intenta degradar, caotizar al resto del mundo cuando pretende controlarlo, superexplotarlo. Es la lógica de la muerte convertida en pulsión central del capitalismo devenido senil y extendiendo su manto tanático (su cultura final) que es en última instancia autodestrucción aunque pretende ser una constelación de estrategias de supervivencia. Cada paso de las potencias centrales hacia la superación de su crisis es en realidad un nuevo empujón hacia el abismo.”

                                                        Jorge Beinstein.


Vivimos la hegemonía capitalista del parasitismo financiero, del acopio de capital sin compromiso con los asuntos y problemas sociales; garantía de plusvalor para el rentismo privado burgués.

Para las personas sin conciencia política desde discernimiento crítico –volumen sustentable de cultura general-, un cambio radical en la reproducción social (una Revolución), como el que se experimenta en la Venezuela Bolivariana y chavista, en los primeros momentos equivale –desde la memoria de la cultura del capitalismo-, al acceso en el acopio de “cosas”. Para quien la percepción se queda “trabada” en dicho acopio, se abre el camino expedito a la asunción del rentismo como el “acto” esencial de justicia social.

Los valores que deben soportar al cambio radical y su avance ocuparán un lugar prescindible; los ojos no se despegarán de las vidrieras en la idea de consumir hasta el hartazgo como sustituto del buen vivir en condiciones dignas[1] saltando de allí hacia las noticias de primera plana en diarios como El Nacional, donde el aniversario del nacimiento de Simón Bolívar es sustituido por la “noticia” del nacimiento de un heredero de la rancia e improductiva monarquía del United Kingdom. Así irá la ultraderecha burguesa rebanando la mollera de la gente simple hasta desviar su noción del sentido hacia el mundo unipolar capitalista; aunque lo de unipolar a veces se perciba como un “apellido” si la dominación no interviene en el acto de sometimiento. Se concibe a esa renta como un sentido de la vida, y no un modo de vivir del trabajo de otros.

En la confrontación crítica entre grupos que se denominan a sí mismos revolucionarios comienza la “fajazón” a por la porción de poder que les permita acopiar –malversar, estafar- la mayor cantidad posible de plusvalor ajeno, que implica perjudicar a la defensa del proyecto bolivariano y chavista diluyéndolo en el “anglo-chocolate” de la autodestrucción del sistema capitalista. La Revolución es visualizada como un mapa saturado de manchas; imperfecta, casi imposible de materializar. “Mi parte” del acopio rentista circunstancial peligra en cada acto de justicia social o de exigencia de un acto de justicia social para la distribución equitativa, que no igualitarista, del plusvalor de la producción social. Si la mayoría, los obreros, los movimientos sociales, la gente históricamente machacada, no se “pone” el poder revolucionario en la cabeza, pasa la ultraderecha, les mete un cuento chino y les quita el poder como si un sombrero; y se lo cambia por el del sometimiento pacificado. Cada vez que éstos discuten por una diferencia de criterios, puntos de vista, posiciones circunstanciales de manera cruenta, o extiende su mano para el saludo con el puño cerrado, hacen improbable el consenso imprescindible para que la Revolución avance, sin tener en cuenta, que las contradicciones y su análisis con solución crítica son el combustible esencial del mismo proceso. Todas las revoluciones del siglo veinte aportan una cantidad tan grande de experiencias en ese sentido, capaz de llenarle la cabeza de chichones al más avezado de los revolucionarios. La diversidad y la contradicción son ineludibles, sin ellas no se puede cruzar ni al paleolítico inferior.

 

Es necesario promover que el instrumento más eficaz que utiliza la dominación imperialista es esa “fajazón” al interior de los movimientos sociales y las revoluciones. ¿Quién puede creer, que realmente la ultraderecha posea casi la mitad del país en cantidad de votos electorales? Ni en el sueño más delirante de un Ronald Reagan con Alzheimer; un porciento no despreciable de la gente humilde beneficiada por la Revolución Bolivariana y Chavista, votó con sus ojos en las vidrieras de la ultraderecha local, en un mal discernimiento de que con Maduro “que no es Chávez” el grifo por donde “fluyen” las “cosas” para acopiar se cerraría, sin un camino que lleve a materializar la aspiración de un aburguesamiento “revolucionario”. Es decir, el poder de vivir de una renta improductiva con una gorra chavista puesta mientras esté de moda.


El socialismo es una transición, no un fin en sí mismo, pregúntenles a las personas desempleadas y en estado de indigencia en la Europa del antes “socialismo real”. La autodestrucción capitalista se disimula muy bien detrás de esas “fajazones”. Porque estas impiden la realización de los proyectos de emancipación social, y mantienen a la gente dentro de la lógica del sistema imperialista. “Nosotros estamos en crisis, pero el socialismo es un soporte del terrorismo mundial”. Y de esa manera conservan el “seso” social tupido, refuerzan a la ultraderecha global; y a los individuos lejos de la verdad. El capitalismo no puede vivir sin nosotros sometidos, sin machacarnos todos los días hasta hacernos puré de talco. Ni sin la “risita” agradecida que les lanzamos cuando votamos por ellos con las pupilas cosidas a sus vidrieras.

Nuestras manifestaciones populares, la constante lucha cotidiana en la que estamos concentrados, la búsqueda de soluciones a nuestros problemas sociales y particulares, los sueños –que todos los tenemos-, por realizar, serían bagazo de caña si están soportados por algún referente de ese rentismo –burgués- improductivo que legitima el vivir del trabajo de otros, y de la búsqueda constante de poder o podercillo que lo garantice. No hay peor yunque que el que recibe golpes del mismo martillo sin forjar lo útil para todos. En este caso somos el yunque, y el imperialismo el martillo; o somos el yunque o el martillo y uno de nosotros mismos hará las veces de una cosa o la otra con el objetivo de evitar el consenso en la diversidad que conserve a salvo al proceso socialista. La dominación imperialista no puede vivir sin nosotros dándonos martillazos para la sumisión al sistema unipolar, para que si en caso de que en el capitalismo no se pueda vivir, sin él tampoco.

Los valores sociales imprescindibles al socialismo en democracia y con justicia social no son “cosas” por acopiar, sino el cimiento del sentido de la vida que garantice que todos vivamos como seres humanos, contra un mundo en que cual la mayor parte de la humanidad sobra. Le nació un vástago a la corona británica, la noticia se convierte en la “led” de toda la prensa burguesa. ¿Cuántos niños, cuánta gente es asesinada por los genocidios de la guerra interminable capitalista? 

Evidentemente a la revolución pacífica en Venezuela le va quedando poco de “pacífica”; la ultraderecha se encargará de recordárnoslo bien cuando nos liemos entre nosotros mismos en “fajazones” inútiles, y nos sorprendan con otro golpe de estado.




[1] Renán Vega Cantor. 

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